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Hundred billion bottles washed up on the shore
Seems I'm not alone at being alone
Hundred billion castaways, looking for a home
Etiquetas: extrañeces
 La página de Freman Bregg
 'cause you can't help yourself from falling.
Etiquetas: extrañeces

Etiquetas: expaña, gilipollografías, giliprogresismo
Técnicamente, el cuento no es gran cosa: lo escribí de un tirón, en una tarde, y ni siquiera lo corregí. Lo que me pareció, y me sigue pareciendo interesante es la idea que desarrolla. Se trataría de una inversión del mito de Cthulhu. El pulpo demoníaco, en mi versión, no sería ni lo primero ni lo segundo, sino una especie de Prometeo que, durante eones, se habría alimentado de la materia cerebral de ciertos “ángeles”, adquiriendo fuerzas y conocimientos extraordinarios gracias a su dieta. En cierto momento, habría desafiado directamente al poder angélico, y estos lo habrían condenado al encierro subterráneo en un planeta remoto, pero algo familiar para el lector. Mi Cthulhu sería el verdadero creador de la Humanidad, a su imagen y semejanza, y todas las historias sobre cefalópodos malignos serían mera propaganda de sus adversarios. Teniendo en cuenta el manoseo indiscriminado que han sufrido los mitos de Lovecraft, no me pareció tan mala esta variación.
¿De dónde sacó Nietzsche su idea? Probablemente, de la historia que por entonces se conocía sobre Zarathustra y el zoroastrismo. Los prólogos baratos al Also Sprach suelen explicar la referencia a Zarathustra mediante el sistema dualista que habría inventado el viejo profeta. Tienen razón, pero sólo en muy pequeña parte, pues la realidad está tejida con muchos más mimbres. Y sí, en efecto, en aquellos remotos tiempos, se produjo una extraña inversión de los valores, aunque no del tipo que convenía a las teorías del filósofo.Etiquetas: mitos



Etiquetas: gilipolleces
Etiquetas: borbonadas, catolicismo
La esperanza es lo último que se pierde, aunque ya van dos palos... Esperanza Aguirre quiere que los niños de Madrid vayan uniformemente uniformados a esos centros de detención y control mental que se llaman "escuelas". ¿Qué diría el superhéroe objetivista ante esta parida? ¿Qué pinta un gobierno legislando sobre estos temas?Etiquetas: gilipolleces, liberalismo
Primero llegó Draculín, la cría huérfana de una vampira drogata. Draculín, premonitoriamente, también albergaba dos almas: de rata y de paloma. Tras descubrir que no era ninguna de las dos cosas, logré dejarlo abandonado en una playa de Galicia, entre suculentas vacas llenas de sangre tibia y sabrosa. No llegué a contar su encuentro con los Testigos de Superman, ni sus dudas y angustias por sus similitudes con Batman, el Príncipe de las Tinieblas. Pero Draculín me dejó como recuerdo un poso de desencantada sorpresa, como la que él mismo sintió cuando aquel palomo gordo del convento murió cagándose en el Gran Pájaro Invisible.Etiquetas: Shosho unleashed, yo
Para un niño con pretensiones intelectuales, controlar una bicicleta puede convertirse en todo un desafío. Una bicicleta no debería mantenerse en pie. No tiene suficiente área de apoyo, y como enseña la estática, si el centro de gravedad se proyecta fuera del área de apoyo, los cuerpos caen. Con cinco o seis años, no lo pensaba en esos términos exactos, pero sí en otros muy parecidos.
Aprendes del libro que existen tres tipos de equilibrio: el estático o estable, que es el de la peonza colocada de cabeza, el inestable, que es un equilibrio a punto de dejar de serlo, y el dinámico, que es un desastre cantado, pero que se retrasa una y otra vez, mientras le dure la cuerda al artefacto. El equilibrio estable es característico de las cosas muertas: la pirámide de Keops es una gigantesca peonza con su única pata en alto. Pero las cosas vivas sobrevivimos en equilibrio dinámico. Para andar, levantamos un pie y perdemos el equilibrio. Cuando el desastre es casi inevitable, apoyamos de nuevo el pie y adelantamos el que ha quedado atrás. Correr es igual o peor de peligroso, algo de lo que los codos y rodillas del niño dan fe.Etiquetas: filosofía
Temblad, ovejitas: ZP y Emilio Botín se magrean sin pudor en la Ciudad Bancaria del Santander.
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No había aún amanecido, cuando ya Sofía observaba discretamente las actividades de Adán Cudeiro en el Paraíso gallego. Adán dormía despatarrado sobre una roca musgosa, llena de restos de cacahuetes y semillas de girasol, mientras un hilillo de saliva humedecía su mejilla poblada con una descuidada barba de dos semanas. A eso de las siete de la mañana, el primer Homo Sapiens se dio la vuelta sobre su lado derecho, acompañando el giro con un sonoro pedo. A eso de las ocho de las mañana, abrió los ojos legañosos, apartó la calabaza llena de zumo de uva fermentado de una patada y regocijó su espíritu con otro pedo espantoso que removió los guijarros en dos metros a la redonda. Luego se levantó y se puso de espalda, con la cara contra la pared de la cueva. Agarró su encogido apéndice urinario con la derecha y comenzó a dibujar su cara en la pared de la cueva con el líquido que brotaba a presión del órgano. Culminó la operación con otro pedo y una concienzuda sacudida del miembro. Luego se rascó, en este orden, el sobaco izquierdo, el riñón derecho, el occipucio y… perdonad que os ahorre el detalle. Finalmente, se olió la mano, hizo una mueca, bostezó y dijo algo que sonó como:
La solución de Sofía para alojar un cerebro más grande fue sorprendente: duplicó la capacidad de cálculo diseñando un encéfalo con cuatro hemisferios en vez de sólo dos. Naturalmente, el nuevo dispositivo no iba a caber en el cráneo, por lo que dotó a la nueva especie de dos receptáculos suaves a la altura del tórax, y ahí situó los dos hemisferios adicionales, que al no estar constreñidos, podrían crecer todo lo que necesitasen. Estos hemisferios, al estar más cerca del corazón, estarían mejor irrigados que los hemisferios superiores. El dispositivo fue bautizado tetraencéfalo, aunque con el tiempo, sumerios y lacedemonios lo abreviaron, dejándolo en tetras, palabra que finalmente degeneró transformándose en tetas. Cuando un hombre fija su mirada en el tetraencéfalo de una dama, lo hace para expresar su admiración por la superior capacidad intelectual de ésta. Cuando una madre amamanta a su hijo, le transmite parte de su inteligencia a través de sus neurotransmisores tetraencefálicos, vulgarmente conocidos como leche materna.