lunes, julio 13, 2009

La estrella

Para Sarah
Una estrella se encendió, sin avisar, entre los cuernos de la Luna. Brillaba débilmente, titilando a tiempo de vals.
El primero en avistarla fue un astrónomo, que durante las noches prefería mirar el cielo antes que a su mujer. "Esto es imposible", se dijo. Nuestro satélite es una bola sólida, que no mengua ni crece, y es imposible que se filtre una estrella a través de su zona oscura. Decidió que era mejor callar, hasta que los hechos se ajustasen a su teoría. Al fin y al cabo, el nuevo astro era de muy débil magnitud.
La estrella, no obstante, aumentaba su brillo por momentos. Los siguientes en verla fueron los lobos, mientras aullaban a la Luna. Añadieron un nuevo canto a su ya amplio repertorio, y esa noche corrieron con más ímpetu, y engendraron más lobeznos.
Un loco poeta, encaramado en la azotea de su asilo, vio el punto de luz en el firmamento. Enamorado de su visión, olvidó la altura, cayó y se destrozó contra una fuente. Los enfermeros, al asistirle, miraron al cielo por casualidad y descubrieron el fenómeno. La noticia se propagó, imparable.
Sólo en una cosa estuvieron todos de acuerdo: aquello tenía que significar algo, aunque nadie supiera qué. Los musulmanes, por supuesto, creyeron que era una señal para la expansión de la Umma. Los cristianos, que pronto se manifestaría la Bestia del Apocalipsis, o el Anticristo, o algo parecido. Los curas rezaban, los políticos chillaban, los científicos desesperaban y los gatos movían la cola con preocupación, a tiempo de vals.
Entonces, el Hombre de la Luna bostezó, apagó el cigarrillo contra una roca y lo arrojó dentro de un cráter.

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sábado, julio 04, 2009

What so proudly we hailed

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