martes, julio 29, 2008

Ilumínanos, Sebastián

Sebastián, majete, las dos bombillas que me ibas a regalar te las puedes meter por el culo. A ver si desde ahí te iluminan un poco la sesera...

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jueves, julio 17, 2008

Father Padilla

Dedicado a todas las beatas y malfolladas
que luchan por encontrar un sentido a sus vidas
en este triste valle de lágrimas.
Atanasio Padilla, misionero, entomólogo y mártirEl padre Atanasio Padilla, entomólogo, jesuita, misionero, mártir y, para rematar, vasco, nació en Arrigorriaga, en medio de una época preñada de cambios, desafíos y otras cosas por el estilo. Por ser el menor de siete hermanos, sólo podía elegir entre dos carreras: hacerse cura o soldado. Se hizo soldado, pero tras ser pillado fornicando con la hija bastarda de una celebridad local, se vio obligado a salir por patas del terruño y enrolarse en la primera orden religiosa que lo aceptase. Y tuvo la mala fortuna de caer directamente dentro la olla podrida de la Compañía de Jesús.

Vocación

A todo se acostumbra uno, sin embargo, y Atanasio pronto se convirtió en un entusiasta de aquella tropa. Corrían tiempos imperiales. Europa se empeñaba, por entonces, en llevar la Cruz a todas partes del mundo... y traerse de vuelta el oro y las especias; siempre que fuese posible, sin pagar. Eran los gloriosos tiempos de las aventuras de San Francisco Javier en la Conchinchina, y Atanasio, haciendo suya la máxima jesuítica de culo veo, culo quiero, rogó e intrigó para que le enviasen a convertir a los bárbaros de un lejano país conocido como Corea. Tanto dio la murga con este asunto que, para su desgracia, finalmente consiguió que lo embarcasen hacia Corea, el muy puñetero, con una Biblia, un perro de aguas bautizado Bonifacio y un cargamento de crucifijos.
La Divina Providencia no debía ver con muy buenos ojos la aventura. Una terrible tormenta sorprendió al navío a la altura de Madagascar, desarbolándolo y abriendo una enorme vía de agua a estribor. A falta de madera, los marineros intentaron usar los crucifijos para taponar la brecha, pero el padre Atanasio se interpuso indignado entre los blasfemos y las santas cruces, alegando que sería más sensato usar las cruces para rezar a Dios por el perdón de los pecados y la salvación. Huelga decir que aquella palangana se fue a pique antes de que los arrepentidos marinos tuviesen tiempo de pronunciar "venga tu Reino".

Naufragio

Atanasio recobró la consciencia con la boca llena de algas y arena, y tras escupir, se arrodilló y dio gracias a Dios por el milagro de su salvación. No le reprochó que el milagro fuese un poco chapucero: mejor hubiera quedado que salvase a la tripulación completa, o incluso, que hubiese salvado al barco. Pero todos los milagros del Altísimo tienen ese carácter esquivo. El cocinero de a bordo, por ejemplo, había muerto ahogado como una rata en su propia cocina, pero la Providencia había dispuesto que Bonifacio, el perro de aguas, sobreviviese al desastre y corretease alegremente a lo largo y ancho de la playa.
Una rápida exploración del terreno confirmó al vasco que estaba en una isla pequeña hasta el ridículo, completamente abandonada de la mano de Dios. Faltaba hasta el manido cocotero que solemos imaginar en las escenas de náufragos abandonados.
El padre Padilla rogó entonces al Señor que le enviase una muerte rápida, si esa era Su Voluntad, o que le permitiese sobrevivir para llevar su mensaje de salvación a los paganos coreanos. Se trataba de una habilidad aprendida con los jesuitas: como el Señor era un poco duro de orejas, era buena idea pedirle siempre una cosa y su negación, pues así nuestras oraciones siempre tendrían respuesta. Pero el Señor no sólo es duro de oído, sino que a veces se comporta como todo un cabrón. En el caso de Atanasio, un barco portugués pasó por la isla unos quince días después del naufragio, recogió a un irreconocible Atanasio, transportándolo a la lejana Corea. Por desgracia, en el día catorce, el náufrago había creído desfallecer del hambre y se había zampado crudo al vivaracho Bonifacio.

Revelación

Al cabo de un par de meses, y tras diversas peripecias que no narraré en este momento, Atanasio llegó a la Corea y asumió oficialmente su cargo. Quiero decir, que respiró hondo y se dijo que era hora de salvar a aquellos idólatras amarillos. Al igual que Jonás entre los ninivitas, predicó la Palabra Divina por las calles, tabernas y burdeles. Al contrario que Jonás, sin embargo, estos ninivitas no hacían ni puto caso al predicador. Y no porque el vasco hablase el coreano con acento: la Compañía había puesto a su disposición los mejores profesores expertos en lenguas del Lejano Oriente.
Un buen día, o más bien noche, Atanasio recibió la iluminación de parte del mismísimo Jesús H. Cristo. Se había acostado tras zamparse dos cuencos llenos de rollitos de primavera caducados, y a mitad de la noche, se le presentó el Espíritu Santo con la forma de Bonifacio, gruñéndole y mordisqueando sus talones. Luego, el perro de aguas tomó la forma de una kitsune, o zorrita japonesa. El animalito le presentaba sus cuartos traseros, moviéndolos sensualmente, mientras le susurraba con la voz de su paisano Arguiñano: ¡cómeme, Ata, y verás qué bueno!
Y el padre Padilla despertó sudoroso, pero más sabio que cuando se había acostado. Comprendió, de repente, que la esencia del cristianismo era, y es, la cristofagia: los cristianos, como muchos paganos zoólatras, participan de su dios o tótem, según corresponda, zampándoselo.
¡Rico, rico!¡Ah, pero Nuestro Señor había descendido a la tierra en el Medio Oriente, en medio de una sociedad que consideraba al cordero como el culmen de lo ricorrico! "He aquí al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo"... pero, ¿cómo podían estos salvajes y paganos coreanos conocer de la dulzura de la carne ovina? ¡Estos orientales se alimentaban de suculentos cachorritos, amorosamente engordados con miel, polen y gambas hasta que reventaban víctimas de la inevitable diabetes perruna!
Por supuesto, el Padre Padilla tuvo que usar todo su ingenio para adaptar el Mensaje para los ojos oblicuos. Durante cierto tiempo dudó entre "he aquí al sabueso de Dios, etcétera" y "he aquí al cachorrito de Dios que espulga a los pecadores". Al final, ganó la segunda variante: la carne de perrito lechal es indiscutiblemente la más tierna.
Los coreanos, todo hay que decirlo, se convirtieron masivamente a la religión intrusa. Eran malos tiempos en Corea, y el jesuita acostumbraba a terminar sus homilías repartiendo croquetas de caniche a sus feligreses.

Apocalipsis

Por desgracia para Ata Atanasio, su innovación llegó a los oídos de los dominicos, los muy cabrones, que se hacían llamar los domini canis, es decir: los perros del Señor. En otras circunstancias, se tendrían que haber tragado la afrenta, pero había un pequeño detalle a tener en cuenta: la Santa Inquisición estaba en manos de estas hienas piadosas. Pillaron desprevenido al misionero vasco, le dieron azotes hasta en el sursum corda, y al final lo ataron a una estaca y le prendieron fuego, no sin antes haberle metido por el culo unas cuantas ramitas de hinojo aún verdes, para que el hereje ardiese más despacio. Cosas del amor al prójimo, ya se sabe.
Fiel a sus creencias, San Atanasio Padilla de Corea pidió al Señor que lo salvase milagrosamente o que le dejase morir e ir al Cielo. Al parecer, el Señor optó por lo segundo, y el padre Padilla estiró su carbonizada pata al cabo de unos pocos pero interminables minutos, satisfecho por comprobar que Dios siempre escuchaba sus oraciones.

... y recordad, ratitas mías, el sabio mandamiento de Nuestro Señor:
No cocinarás un cachorrito en la leche de su madre.
Es verdad que en el original se trataba de un cabrito, pero, en cualquier caso, cuesta aceptar que al Cosmocrator le preocupase tanto este asunto como para mencionarlo dos veces en el Pentateuco. Inescrutables son los caminos del Señor...

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lunes, julio 14, 2008

Doblando cucharas

¿Sabía usted que Gregory House... en realidad, el actor Hugh Laurie, es un experto "doblador de cucharas"? No se pierda el testimonio:

Y hablando de artistas, aquí tiene una rara instantánea en la que un ayudante sostiene a Sebastian, la serpiente pitón que es el daemon personal de Pepe Erre.
A chip off the same old block

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jueves, julio 10, 2008

A glimpse of reality

Me cuesta lo indecible distinguir una pregunta retórica de un sincero interés. ¿Que cómo estoy? Bien, supongo. Esperando. ¿Esperando qué? A que un día, mirando una pared con el rabillo del ojo, con la necesaria intensidad, la piel de la realidad se desgarre y ello muestre con su verdadero rostro. ¿Y? ¡Oh, no, no vendrá entonces el Milenio, ni habrá paz en la Tierra para los hombres de buena voluntad! Por el contrario, Sredni Vashtar saciará su hambre de pálidas gargantas y su sed de sangre, sudor y lágrimas. Ese día destruiré el Mundo bailando sobre calaveras.
¿En serio? No. Pero, ¿qué más da?

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