miércoles, mayo 21, 2008

Huellas de dinosaurios

¡Cuidado con los meteoritos!
... y esto, para quienes todavían creen en el mito del buen salvaje:
Ya sabéis: cosas de la Edad de Oro...

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miércoles, mayo 14, 2008

La frase que no es de Chesterton

When people stop believing in God, they don’t believe in nothing,
they believe in anything.
Falsamente atribuido a Chesterton
Más exacto sería decir que la mente del creyente es como el esfínter anal del sodomita: una vez desgarrado por el dogma, ya le da igual que le metan un puño, un bate de béisbol o el anarcocapitalismo.

  • Tengo con frecuencia la impresión de que los ateos poscristianos llevan su militancia prometeica hasta el extremo de que si Dios existiera no descansarían hasta matarlo.
Vaya victimismo... Lo que realmente asombra es la falta de fe de quienes dicen creer en Dios: todos ellos asumen que Dios es incapaz de castigar las faltas contra él sin su humanísima ayuda. Creo que fue George Gamow quien calculó la distancia de la Tierra al trono celestial, a partir del tiempo en que tardó en llegar una respuesta a las oraciones del rebaño ruso durante cierto episodio de la guerra ruso-japonesa. La respuesta, por supuesto, había llegado demasiado tarde.
De todos modos, el profesor tiene razón en algo: si Dios existiese y se pareciese al Dios que pintan los cristianos (y los judíos, y los musulmanes y tantos otros), no se merecería ni mi respeto, ni mi adoración. Marco Aurelio ya se dio cuenta de ello, en su tiempo.
  • Me gustan los Cristos románicos, las vírgenes góticas, los ángeles barrocos.
... uff, y a mí me cae bien el gordo Santa Claus, y ya puestos, Mickey Mouse y Superman, y el templo que es Disneylandia. Pero Kal-el no se mete en lo que yo hago con mi vida, ni Mickey Mouse condena al infierno a quienes investigan con células madres. Y sí, me gustan las iglesias románicas, pero igual que me gustan las pagodas japonesas o Borobudur... ¿cómo? ... ¡ah, que no es mi "tradición cultural"! La tribu obliga, ¿sabe usted? Lo comprobaremos enseguida.
  • Así, arrodillado, establece el cristiano una relación con el infinito que no está mediada por una orden, como en el judaísmo o el Islam, ni por la lógica del pensamiento, como en la filosofía; sino por un gesto absoluto de amor.
... de amor a sí mismo, y a aquella parte de su tribu que no contradice sus tonterías. Porque ese sublime sentimiento nunca ha impedido que los cristianos degollasen a los paganos y a otros cristianos que no se arrodillaban de la misma manera. Las endorfinas te hacen sentir bien, pero no te hacen más inteligente ni más moral: sólo te sirven para justificar lo que, en cualquier caso, ya habías decidido hacer.
De todos modos, si se siente bien lagrimeando agua bendita, ¿quién soy yo para estropearle el pantano de lágrimas? Lo único que le pido, eso sí, es que no llame filosofía a lo que sólo es una variante vergonzante de la teología de siempre.
Observe, de paso, que estos arrebatos de autocompasión siempre van de la mano del hecho diferencial: no está mediada (...) como en el judaísmo o el Islam. Para ciertas personas, el chute de endotóxicos pierde su atractivo si no genera, al llegar la resaca, cierto sentimiento de superioridad moral sobre el prójimo al que, de boquilla, le ordenan amar (¿cuántas veces no habremos escuchado "te salvas porque soy cristiano, porque si no..."?). Al fin y al cabo, el subidón del orgasmo es tan o más fuerte que la experiencia religiosa al alcance del ciudadano medio. Pero, claro, se supone que todos lo experimentan, y eso no te hace mejor que el resto.
  • El cristiano que se arrodilla se ennoblece.
Al final, le vamos a tener que dar la razón a aquel curandro tinerfeño: hay algunos que van por la vida provocando. Como dijo Kant, que no era tonto del todo, si no conoces la diferencia entre una silla y una polla, ten mucho cuidado al sentarte.

... y no se pierda el comentario:
  • Pero que conste, ya que hablaba usted de la cultura hace nada... que el arte, el imaginario, y el ritual es cultural, porque circula por la sangre. Ya sabe usted... ese fluido que transporta oxígeno y demás al cerebro para que éste siga funcionando. Y allí mora la memoria y se tiene que 're-sentir' de algún modo.
Ave María Purísima, ¿qué es esto? ¿Un intento de revivir el inconsciente colectivo junguiano? ¿O una velada referencia al abuso de bebidas espirituosas? Estos cristianos, cuando se dan cuenta de que no hay nadie al otro lado de la línea divina, se inventan las excusas más peregrinas para no abrir los ojos. Menos mal que la autora nos lo aclara todo en el siguiente párrafo:
  • En un tiempo fui una atea ignorante (...)
... pero ya no eres atea, chiquilla. Eso lo has dejado bien claro.

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martes, mayo 06, 2008

Manual de fascismo para almas de bolsillo

uestra manía historicista nos hace imaginar al fascista como un megalómano, como un alma desaforada que intenta moldear el infierno a cartabonazos. Nada más falso. El alma inmortal de un fascista suele caber en uno de esos bolsillos frontales donde guardamos el cambio del desayuno. Sólo es grande en él su victimismo, y la sombra de su ego inflado, que amenaza con agostar las margaritas.
Conozco uno de estos casos: un viejo profesor que languidece en su cátedra de provincias. El tiempo, y la creciente conciencia de su futilidad, encogen y arrugan su almita de cartulina para postales. Las golosinas ya no le resultan tan dulces y denuncia airado al gremio de los pasteleros. Sube diariamente al metro y la sana sexualidad de la chiquillería adolescente se le antoja un espectáculo repugnante. Es natural que el mundo parezca inclinado para aquellos que se precipitan cuesta abajo.
Si los ascos y las náuseas del profesor se limitasen a estas necedades, sería un viejo más entre los muchos de esta Europa de hospital geriátrico. Pero nuestro Sócrates de extrarradio necesita elaborados consuelos, y la sinecura que le alimenta le garantiza el tiempo libre necesario para fabricarlos y, en ocasiones, desenterrarlos.
Mejor que la cicuta...Como al mirar hacia abajo sólo descubre sus pellejos cascados, alza el cuello entre crujidos, pretendiendo que alcanza las nubes. Traiciona el nombre de su profesión y finge creer en las más viles estafas, inventadas en tiempos pasados por otros villanos decrépitos. Escarba entre sus libros en busca de almas gemelas, y redescubre a un miserable, otra alma de bolsillo; un avistador continental de fuegos fatuos. Los chillidos metafísicos de la ratita olvidable encuentran resonancia en la caja de sus costillas. Y es que también él siente un deseo irrefrenable de sacar la pistola que no tiene cuando escucha la palabra "cultura".
No se trata sólo del supersticioso baile de homenaje con el que el profesor, como los pollos de Skinner, rinde homenaje al Amigo Imaginario en el que no puede creer. Lo peor es que va predicando que, sin hostias divinas, estamos condenados a ser malos. Si le digo que no tengo vacío alguno que llenar, me regaña: "pues ahí lo tienes, estás tan mal que ni lo notas". Señor mío: la gente buena hará cosas buenas, y la mala, malas cosas. La religión sólo consigue que la gente buena se atreva a hacer cosas malas.
Y un buen día ocurre lo inevitable: que el permanente rictus de asquito del susodicho se contagia temporalmente a uno de sus lectores. Pues sí, es malo dejarse llevar por la repugnancia. Pero mírese antes en un espejo, amigo, si es que aún puede...
Por fortuna para nuestro epígono postsocrático, y a pesar de sus teorías sobre una inexistente Edad de Oro, vivimos en un mundo mejor que aquel que añora. Nadie le va a recetar cicuta. Pero quizás le convenga probar la viagra. Es más efectiva que el cuerno de rinoceronte y la gimnasia española.

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jueves, mayo 01, 2008

Brumaire, o Herbistmanoth

Floreal, Mayo, Wonnemanoth o Follembre: usted elige...Es verdad: no me gustan las revoluciones, particularmente la francesa. Es un prejuicio que comparto con la beatería indígena. En algún punto, no obstante, nuestras opiniones divergen: ellos terminan culpando de la misma a la famosa conspiración hebreomasónica, mientras que yo reparto culpas y fatalidades a diestra y siniestra. Lo contrario de un error es otro error, como decía aquel cabronazo de Schlegel.
Dentro de los detalles más o menos pintorescos de aquel follonazo revolucionario, se cuenta el cambio de nombre de los meses. Para curandros y paleoconservadores patrios, se trata de una demostración de los extremos ridículos a que se llega cuando alguien quiere cambiar de lugar alguna mierdecilla de rana en el estanque de Shrek. Se comienza cambiando el sistema métrico, según esta corriente de opinión, y se termina criando malvas en la isla de Santa Elena.
Me ha hecho gracia descubrir que la manía de cambiar los nombres de los meses romanos no sólo ha afectado a ateos y jacobinos. Entre los afectados se encuentra, nada y nada menos, que Carlitos Magno, el muy santurrón; es cierto que algún descendiente suyo tuvo algún rifirrafe con la fauna vaticana, pero el propio Chuck sigue teniendo una reputación impecable, a pesar de algún intento de apropiación por esa cosa de Bruselas. Pues bien, el susodicho Carlos tuvo la ocurrencia de cambiar los nombres de los meses para adaptarlos al calendario agrícola teutón. Y como los alemanes suelen ser los últimos en darse cuenta de que se ha acabado una fiesta (los españoles, en cambio, somos los últimos en llegar), parece ser que estos nombres estuvieron en uso hasta finales del siglo XVIII. Estos son los nombres, y sus respectivas etimologías, al menos de acuerdo a la Wiki:
Wintarmanoth (winter month), Hornung (the month when the male red deer sheds its antlers), Lentzinmanoth (Lent month), Ostarmanoth (Easter month), Wonnemanoth (love-making month), Brachmanoth (plowing month), Heuvimanoth (hay month), Aranmanoth (harvest month), Witumanoth (wood month), Windumemanoth (vintage month), Herbistmanoth (autumn/harvest month), and Heilagmanoth (holy month).
Me hace gracia lo de Hornung: aparentemente, el mes en que el ciervo rojo pierde sus cuernos. Supongo que le crecerán durante Wonnemanoth.
Feliz Follembre, camaradas...

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