lunes, septiembre 21, 2009

Hipocritos, and the Infinite Sadness

Cuento cruel

¿Cuál es la esencia del giliprogre? Evidentemente, la culpa infinita y la correspondiente melancolía...Hipócritos de Tebas despertó sudando como un pollo. Un sueño cruel le acababa de revelar que no era gay. ¡Y es que los gays eran tan guays! Perseguidos durante milenios, rebeldes, contestatarios, tan à la mode... Así eran los mariquitas tópicos del imaginario de Hipócritos, giliprogre de carné, y le jodió enormemente descubrir que no era uno de ellos.
Y no es que nuestro beocio fuese alguien convencional: un cuarentón, casado y con hijos, que se permite una pausa profesional para estudiar una pseudociencia como eso de la Antropología Cultural, no es exactamente un tipo del montón. Pero nuestro amigo era giliprogre, y un giliprogre se caracteriza por sentir una Culpa Infinita, y la melancolía correspondiente.
Camino de la universidad, Hipócritos decidió pasar por casa de Janus, científico brillante, buena persona y marica confeso. Tras los saludos de rigor, el antropólogo fue al grano:
- Janus, quiero ser homosexual.
- Bueno, comencemos por ponernos cómodos – contestó Janus llevándose la mano a la bragueta.
- ¡No, no me refiero a eso!
- No se puede ser marica sin mariconadas – le advirtió Janus, apartando la mano de la entrepierna y posándola sobre el lomo del gato.
- Pero, ¡es que yo siento vuestro dolor como propio!
- ¿Nuestro dolor? – preguntó Janus extrañado – ¿te refieres a la homosexualidad? Para empezar, soy muchas más cosas que eso. ¿Por qué no sientes también mi dolor como científico?
Hipócritos, que tenía de científico incluso menos de lo que tenía de marica, calló confuso. Luego intentó explicarse:
- Pero es que los heterosexuales os hemos discriminado desde siempre. Debe haber alguna forma de resarciros...
- Bueno – dijo Janus en tono conciliador – para empezar podrías tratarme como a una persona normal. Cuando me tratas como miembro de una minoría, me haces sentir diferente.
Nuestro atormentado amigo, hecho un lío, hizo mutis por el foro, con el rabo todavía entre las piernas. Sólo había sacado en claro que tendría que aprender a vivir con la terrible certeza de no ser gay.
A la mañana siguiente, Hipócritos volvió a despertarse hecho una sopa, sorprendido y angustiado por el hecho de no ser negro. Los negros, ¡son tan guays! Perseguidos, arrinconados… y sin embargo, qué guapa la Tyra Banks y qué rápido corre el hideputa del jamaicano ese. De manera que se alegró mucho cuando, tras dejar el coche en el aparcamiento de la Facultad, tropezó en la acera con su primer subsahariano:
- Ayú-a, por favó, ayú-a – pregonaba Nguengue mientras agitaba un ejemplar de La Farola.
- Hola, Nguengue – saludó Hipócritos – Necesito ayuda, precisamente...
Nguenge asintió y se llevó la mano a la bragueta.
- ¡No, no me refiero a eso! – le interrumpió nuestro amigo progre con cara de disgusto – Quiero ser negro, Nguengue.
Nguenge abrió dos ejemplares de La Farola y los estiró sobre la acera. Luego se arrojó sobre ellos y estuvo revolcándose de la risa un buen rato, para gran mosqueo del beocio. Cuando se retiraba, aturdido y frustrado, escuchó aún la voz burlona de Nguengue a sus espaldas:
- Oye, ¿por qué no te cambias con Michael Jackson?
Una semana más tarde, Hipócritos despertó nuevamente empapado en sudor, con la consciencia traspasada por el dolor de no ser pobre...

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domingo, septiembre 13, 2009

Hijo de puta

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