Tía Rufina de Bombay creía en la existencia de un gran conejo verde de lunares rojos. Al menos, eso iba contándole a quienes le preguntaban y a quienes no.
El conejo de Rufina
Según la excéntrica tía, este conejo era la repera. Había creado el Universo y parte de Andorra un buen día en el que se sentía solito. No sólo era un conejo parlante, sino que poseía poderes telepáticos, algo de lo que la tía daba fe, sino que estaba en todas partes, y a todas horas te estaba mirando. Creo que, de ser cierto todo lo que decía Rufina, debía aburrirse bastante el animalito como para interesarse en lo que yo hago en cada momento del día. Un conejo con tales superpoderes debería ocuparse de cosas más interesantes, como mantener a raya los rayos cósmicos o eliminar el hambre del mundo... digo yo...
... pero en eso del hambre del mundo, el Conejo (mayúsculas de Respeto) se mostraba sorprendentemente débil, hasta el punto de requerir la colaboración de la enclenque y enfermiza tía Rufina. Un buen día, el Conejo se apareció a la tía. En realidad, fue el Hijo del Conejo, idéntico en todo sentido a su Padre, quien hizo acto de presencia disfrazado de Elvis Presley. Según Rufina, sostuvieron este diálogo telepático:
[Conejo:] ¡Rufiiiinaaaaa! ¡Vete a Bombay y recluta conejitas para el Mendaaaaaa!
[Rufina:] ¡Ave María Purísima! ¡Es el mismísimo Conejo! ¡Oh, Coneeeeejo! ¿Por qué no envías a otra? Bombay está donde Cristo dio las tres voces y hay huelga de basureros.
[Conejo:] ¿Mi conejita favorita se niega? Eras mi honey bunny... ¿es que ahora te gustan más los peluches de mapaches?
[Rufina:] Oh, Conejo, mi Conejito... perdona mi tontería. Ya sé que, a pesar de ser todo amor, me puedes enviar al Infierno por desobedecerte... ¿es que no he dado suficientes muestras de mi cariño por mi Conejito?
[Conejo:] ¡Pero es que yo quiero conejitas hindúes, tontita, que repartan zanahorias a los pobres para facilitarles el tránsito intestinal! Y ahora, a little less conversation and a little more action!
... y todos sabemos lo que ocurrió a continuación: la conejita se las apañó para que la historia llegase a oídos del Vicario del Conejo, una santa persona experta en detectar una mentira a la legua, pues él mismo las fabricaba en cantidades industriales. El Vicario, que a veces tenía intervalos de lucidez, estuvo a punto de mandar a Rufina a la mierda y confesarle que el Conejo no existía. Pero se lo pensó dos veces: si reconocía lo del animalito, se le vendría abajo el negocio. De modo que suspiró, dio orden de sacar un billete de avión de sólo ida y murmuró alea jacta est o algo parecido.
La Negra Noche de la Zanahoria
Para quien crea sinceramente en el Conejo, la extraña historia contada por Rufina puede resultarle creíble. También lo es para mí. Al fin y al cabo, Mahoma decía que hablaba con el ángel Gabriel y que fue volando a Jerusalén sobre el lomo de un burro con alas. Alejandro Magno sostenía que su padre no era el viejo Filipo, sino el dios Amón, de cabeza de carnero: una forma alambicada de confesar públicamente que era un hijo de puta. ¿Por qué no iba a aceptar que Rufina
creía hablar con un conejo imaginario?
De hecho, las alucinaciones auditivas son un síntoma sobradamente conocido de varias enfermedades mentales, en especial, de la
esquizofrenia. Cito algunos síntomas de esta enfermedad que aparecen en la página de divulgación de
El Mundo:
- Ideas delirantes: la persona cree firmemente en algo que no existe o no ocurre en la realidad. Pueden pensar que tienen capacidades especiales y una misión especial encargada por seres de otros planetas...
- Alucinaciones: son percepciones sensoriales imaginarias. Pueden escuchar voces que consideran reales y conversar con ellas. En otras ocasiones ven cosas o personas que les dan órdenes, aunque esto es menos frecuente.
Si el Conejo creó todo, muy terrestre no debe ser. ¿Puede decirse que se trata de un conejo de otro planeta? Me temo que en El Mundo han sido un poco tímidos al enumerar la variedad de amigos imaginarios de los esquizofrénicos. Pero después de lo de Dinamarca y lo de Ratisbona, se ha puesto de moda lo de ser prudentes...
Por todo esto, me ha sorprendido saber que la señorita reconocía en privado su incapacidad para ver u oír al Conejo. Con sus propias palabras:
"El Conejo siente un amor muy especial hacia ti, pero para mí, el silencio y el vacío son tan grandes que miro y no veo, escucho pero no oigo. Mi lengua se mueve pero no hablo... quiero que susurres por mí en Sus Grandes Orejotas... etcétera ... etcétera..."
Pues vaya...
No obstante, los amigos del Conejo son inasequibles al desaliento. Han propalado la curiosa teoría de que el proceder de la Beata Rufina de Bombay es digno de elogío: no tenía ni la más mínima prueba de la existencia del animalito, pero dedicó cincuenta años a convencer a los demás de que, no sólo existía el bicharraco, ¡sino también que ella conversaba todos los días con el animalito a la hora del té!
No es sólo eso: me parece conmovedor que un adulto conserve un amigo imaginario, aunque se trate de un conejito amoroso. Otra cosa muy diferente es que el adulto pretenda que todos los demás vayamos por la vida intentando no enfadar al Conejo... ¡y los sentimientos religiosos del propio adulto alucinado! ¿Te estás muriendo de un infarto? La ambulancia que te lleva al hospital no puede ir a toda pastilla: saltitos cortos, no muy largos, que también es pecado ir más rápido que el Conejo. ¿Que te duele el pecho? ¡Jódete! El Hijo del Conejo, que es idéntico al Conejo, lo pasó peor cuando lo convirtieron en fricasé. Hay que sufrir por el Conejo. ¿Anestesia? ¡Pero qué te has creído! El dolor es bueno, y si te mata, para eso existe la vida de ultratumba.
El Síndrome de Rufina
"How come God gets credit whenever something good happens?
Where was he when her heart stopped?"
House M.D., Human Error
No soy psiquiatra, pero no es difícil adivinar lo que pudo haberle sucedido a la tía Rufina. Se me ocurren varias posibilidades:
- La más prosaica: la tía Rufina mintió inicialmente, cuando decía conversar con el Conejo. Motivos, se me ocurren unos cuantos. Siguiendo con la hipótesis más prosaica, Rufina buscaba la fama. Es cierto que es una forma retorcida y masoquista de fama, pero casos peores conozco.
- La huída hacia delante: Rufina mintió inicialmente, pero lo hizo pensando que, si todo le salía bien, el Sagrado Conejo bajaría de su nube de algodón y se la llevaría volando a saltitos hasta Conexonia, el planeta madre de los lagomorfos espaciales. Más tarde, al ver que los años pasaban y que el Conejo no se materializaba, la mujer sintió primero angustia, y luego decepción.
- La hipótesis clínica: Rufina no mentía, sino que creía sinceramente que conversaba con Fluffy, igual que el Pútrido Profeta Pedófilo conversaba con Gabriel y con el Asno Alado de Shrek. Pero entonces, al cambiar de aires, las alucinaciones desaparecieron... y llegó la depresión: Rufina de Bombay se hundió en la Negra Noche de la Zanahoria. Lo que no te mata no te hace más fuerte, como pretendía Nietzche, sino más tonto.
- Rufina no mentía: el Conejo existe, y tiene cierta querencia por este tipo de personajes desquiciados, pues sólo ellos le oyen murmurar sus cosas. En concordancia con el carácter del Conejo, éste dejó enseguida de hablar con su conejita. Este es el caso del que hablaba Marco Aurelio: Fluffy es un animalito cruel, y es mejor no hacerle mucho caso. Logró que la Rufina abriese quinientas casas de conejitas en el mundo entero, algo que parece que no era capaz de hacer por sí mismo, a pesar de sus superpoderes. ¿Para qué darle las gracias a la vieja arrugada?
Personalmente, me inclino por la tercera hipótesis, seguida a cierta distancia por la segunda: Tía Rufina de Bombay sería un caso para el
doctor House. Un aneurisma o algo así de chungo le bloqueaba el riego del chip que determina el sentido de la realidad. Al comenzar su trabajo de campo, la maquinaria cerebral se reorganizó, o se disolvió un coágulo... o yo qué sé... y ¡pumba!,
aunt Rufina was back into reality. ¡Qué triste mundo sin peluditos amigos imaginarios!
Habría qué comprobar también las muestras que Negraparte (aka Dr. Eric Foreman) y Allison traerían del apartamento de la tía. Quizás el incienso made in India que la señorita quemaba en honor del Conejo estaba contaminado con canabinoides. O quizás era cosa del agua, que por esas latitudes nunca ha bajado muy limpia. Un cambio de aires y de aguas, y se convierte en una conejita nueva, más sensata e inmune a los susurros del Todopoderoso Peluchín. Es una pena que por entonces no existiese el Prozac...
En fin... que me callo un rato. Ardo en deseos de leer los indignados comentarios del Club de Fans de Fluffy.
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