Father Padilla
Dedicado a todas las beatas y malfolladas
que luchan por encontrar un sentido a sus vidas
en este triste valle de lágrimas.
que luchan por encontrar un sentido a sus vidas
en este triste valle de lágrimas.
El padre Atanasio Padilla, entomólogo, jesuita, misionero, mártir y, para rematar, vasco, nació en Arrigorriaga, en medio de una época preñada de cambios, desafíos y otras cosas por el estilo. Por ser el menor de siete hermanos, sólo podía elegir entre dos carreras: hacerse cura o soldado. Se hizo soldado, pero tras ser pillado fornicando con la hija bastarda de una celebridad local, se vio obligado a salir por patas del terruño y enrolarse en la primera orden religiosa que lo aceptase. Y tuvo la mala fortuna de caer directamente dentro la olla podrida de la Compañía de Jesús.
Vocación
A todo se acostumbra uno, sin embargo, y Atanasio pronto se convirtió en un entusiasta de aquella tropa. Corrían tiempos imperiales. Europa se empeñaba, por entonces, en llevar la Cruz a todas partes del mundo... y traerse de vuelta el oro y las especias; siempre que fuese posible, sin pagar. Eran los gloriosos tiempos de las aventuras de San Francisco Javier en la Conchinchina, y Atanasio, haciendo suya la máxima jesuítica de culo veo, culo quiero, rogó e intrigó para que le enviasen a convertir a los bárbaros de un lejano país conocido como Corea. Tanto dio la murga con este asunto que, para su desgracia, finalmente consiguió que lo embarcasen hacia Corea, el muy puñetero, con una Biblia, un perro de aguas bautizado Bonifacio y un cargamento de crucifijos.
La Divina Providencia no debía ver con muy buenos ojos la aventura. Una terrible tormenta sorprendió al navío a la altura de Madagascar, desarbolándolo y abriendo una enorme vía de agua a estribor. A falta de madera, los marineros intentaron usar los crucifijos para taponar la brecha, pero el padre Atanasio se interpuso indignado entre los blasfemos y las santas cruces, alegando que sería más sensato usar las cruces para rezar a Dios por el perdón de los pecados y la salvación. Huelga decir que aquella palangana se fue a pique antes de que los arrepentidos marinos tuviesen tiempo de pronunciar "venga tu Reino".
Naufragio
Atanasio recobró la consciencia con la boca llena de algas y arena, y tras escupir, se arrodilló y dio gracias a Dios por el milagro de su salvación. No le reprochó que el milagro fuese un poco chapucero: mejor hubiera quedado que salvase a la tripulación completa, o incluso, que hubiese salvado al barco. Pero todos los milagros del Altísimo tienen ese carácter esquivo. El cocinero de a bordo, por ejemplo, había muerto ahogado como una rata en su propia cocina, pero la Providencia había dispuesto que Bonifacio, el perro de aguas, sobreviviese al desastre y corretease alegremente a lo largo y ancho de la playa.
Una rápida exploración del terreno confirmó al vasco que estaba en una isla pequeña hasta el ridículo, completamente abandonada de la mano de Dios. Faltaba hasta el manido cocotero que solemos imaginar en las escenas de náufragos abandonados.
El padre Padilla rogó entonces al Señor que le enviase una muerte rápida, si esa era Su Voluntad, o que le permitiese sobrevivir para llevar su mensaje de salvación a los paganos coreanos. Se trataba de una habilidad aprendida con los jesuitas: como el Señor era un poco duro de orejas, era buena idea pedirle siempre una cosa y su negación, pues así nuestras oraciones siempre tendrían respuesta. Pero el Señor no sólo es duro de oído, sino que a veces se comporta como todo un cabrón. En el caso de Atanasio, un barco portugués pasó por la isla unos quince días después del naufragio, recogió a un irreconocible Atanasio, transportándolo a la lejana Corea. Por desgracia, en el día catorce, el náufrago había creído desfallecer del hambre y se había zampado crudo al vivaracho Bonifacio.
Revelación
Al cabo de un par de meses, y tras diversas peripecias que no narraré en este momento, Atanasio llegó a la Corea y asumió oficialmente su cargo. Quiero decir, que respiró hondo y se dijo que era hora de salvar a aquellos idólatras amarillos. Al igual que Jonás entre los ninivitas, predicó la Palabra Divina por las calles, tabernas y burdeles. Al contrario que Jonás, sin embargo, estos ninivitas no hacían ni puto caso al predicador. Y no porque el vasco hablase el coreano con acento: la Compañía había puesto a su disposición los mejores profesores expertos en lenguas del Lejano Oriente.
Un buen día, o más bien noche, Atanasio recibió la iluminación de parte del mismísimo Jesús H. Cristo. Se había acostado tras zamparse dos cuencos llenos de rollitos de primavera caducados, y a mitad de la noche, se le presentó el Espíritu Santo con la forma de Bonifacio, gruñéndole y mordisqueando sus talones. Luego, el perro de aguas tomó la forma de una kitsune, o zorrita japonesa. El animalito le presentaba sus cuartos traseros, moviéndolos sensualmente, mientras le susurraba con la voz de su paisano Arguiñano: ¡cómeme, Ata, y verás qué bueno!
Y el padre Padilla despertó sudoroso, pero más sabio que cuando se había acostado. Comprendió, de repente, que la esencia del cristianismo era, y es, la cristofagia: los cristianos, como muchos paganos zoólatras, participan de su dios o tótem, según corresponda, zampándoselo.
¡Ah, pero Nuestro Señor había descendido a la tierra en el Medio Oriente, en medio de una sociedad que consideraba al cordero como el culmen de lo ricorrico! "He aquí al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo"... pero, ¿cómo podían estos salvajes y paganos coreanos conocer de la dulzura de la carne ovina? ¡Estos orientales se alimentaban de suculentos cachorritos, amorosamente engordados con miel, polen y gambas hasta que reventaban víctimas de la inevitable diabetes perruna!
Por supuesto, el Padre Padilla tuvo que usar todo su ingenio para adaptar el Mensaje para los ojos oblicuos. Durante cierto tiempo dudó entre "he aquí al sabueso de Dios, etcétera" y "he aquí al cachorrito de Dios que espulga a los pecadores". Al final, ganó la segunda variante: la carne de perrito lechal es indiscutiblemente la más tierna.
Los coreanos, todo hay que decirlo, se convirtieron masivamente a la religión intrusa. Eran malos tiempos en Corea, y el jesuita acostumbraba a terminar sus homilías repartiendo croquetas de caniche a sus feligreses.
Apocalipsis
Por desgracia para Ata Atanasio, su innovación llegó a los oídos de los dominicos, los muy cabrones, que se hacían llamar los domini canis, es decir: los perros del Señor. En otras circunstancias, se tendrían que haber tragado la afrenta, pero había un pequeño detalle a tener en cuenta: la Santa Inquisición estaba en manos de estas hienas piadosas. Pillaron desprevenido al misionero vasco, le dieron azotes hasta en el sursum corda, y al final lo ataron a una estaca y le prendieron fuego, no sin antes haberle metido por el culo unas cuantas ramitas de hinojo aún verdes, para que el hereje ardiese más despacio. Cosas del amor al prójimo, ya se sabe.
Fiel a sus creencias, San Atanasio Padilla de Corea pidió al Señor que lo salvase milagrosamente o que le dejase morir e ir al Cielo. Al parecer, el Señor optó por lo segundo, y el padre Padilla estiró su carbonizada pata al cabo de unos pocos pero interminables minutos, satisfecho por comprobar que Dios siempre escuchaba sus oraciones.
... y recordad, ratitas mías, el sabio mandamiento de Nuestro Señor:
No cocinarás un cachorrito en la leche de su madre.
Es verdad que en el original se trataba de un cabrito, pero, en cualquier caso, cuesta aceptar que al Cosmocrator le preocupase tanto este asunto como para mencionarlo dos veces en el Pentateuco. Inescrutables son los caminos del Señor...
Etiquetas: catolicismo, gilipolleces, santos y santones
10 Comments:
Freman, con la foto casi voy al baño a vomitar...
Mujer, que el hombre está viejo, pero no es para tanto...
Bueno, no hace falta explicar que me refiero a la foto de los cachorros. :(
Por cierto, Freman, y esto:
Dedicado a todas las beatas y malfolladas que luchan por encontrar un sentido a sus vidas en este triste valle de lágrimas
¿Por algo en particular?
Sí. Pero no hace falta explicar que no me refiero a nadie que conozcas.
Ah, y no te preocupes por los cachorros dentro del cacharro. Huelga explicar que la foto no es "de verdad". En Corea primero los desuellan antes de hervirlos.
Muy divertido.
El cínico ( adivina a quién le corresponde ese ilustre papel) y el cinófago. Se ve que has disfrutado lo suyo escribiéndolo. La excitación (contagiosa) que destila, como de novicio pajillero, no sé por qué me ha recordado a Los Pecadistas. Una secta herética cristiana del siglo XIII que consideraba que las personas poseídas por las más monstruosas y aberrantes tentaciones eran los escogidos de Dios, que se servía de este retorcido método para certificar su fe. Los devotos de esta secta imploraban a Dios para que les envíase tentaciones, cuanto más horrendas y violentas mejor, para poder padecer resistiéndolas y ganarse así la salvación. Se puede decir que consideraban el pecado como el sacramento fundamental.
El caso es que acabaron llenando sus conventos de criminales, dementes y pervertidos a los que daban asilo o incluso llegaban a secuestrar con la intención de convertirlos, asegurándoles que eran los elegidos del Señor. Muchos fueron asesinados en sus propios monasterios por estos malhechores. La hoguera acabó por extinguir este particular culto.
Y es que la Iglesia Cristiana siempre ha sido muy poco flexible a la hora de interpretar su dogma.
Gracias por la diversión y saludos,
J.N.
El cínico [...]
Así me llaman mis hermanos, aunque por razones diferentes.
Se ve que has disfrutado lo suyo escribiéndolo.
Si hay algo que he aprendido sobre escribir, es que no se debe hacer mientras te domine una emoción, sea cual sea.
Una secta herética cristiana del siglo XIII que consideraba que las personas poseídas [...]
A toda religión, cuando explota su lado místico, termina por ocurrirle. Hay precedentes en el hinduísmo, en el islamismo e incluso en la iglesia ortodoxa.
Y es que la Iglesia Cristiana siempre ha sido muy poco flexible a la hora de interpretar su dogma.
En realidad, se me ocurrió mientras meditaba sobre lo contrario. La absorción del paganismo es un buen ejemplo: Brigit convertida en Santa Brígida. Y los jesuitas, en particular, han destacado por adaptar la doctrina a sus oyentes.
Reconozco que la historia daba para más, pero no tenía mucho tiempo. Probablemente sabes que "coreano" se usó (no sé si sigue usándose) en las Vascongadas como sinónimo de "maketo". Y por otra parte, están los desvaríos de Graves sobre los calebitas y los "sacerdotes perros". Pero ya se apartaba demasiado del tema principal.
"Si hay algo que he aprendido sobre escribir, es que no se debe hacer mientras te domine una emoción , sea cual sea"
Una máxima bien higiénica. Algo parecido solía afirmar Samuel Beckett. Naturalmente acabó por dejar de escribir.
Al hilo de lo que dices, desvariando un poco alrededor de la idea: el grupo holandés De Stijl, fundado por Theo Van Doesburg y Piet Mondrian entre otros, proponía depurar al arte de contenidos emocionales y folklorismos para purificarlo y universalizarlo, transformándolo en *arte racional*. En algún caso llegaron incluso a *formular* y titular sus obras mediante ecuaciones. Sus manifiestos son fascinantes y delirantes aberraciones pitagórico-platónicas. Hubo un cisma importante en el grupo motivado por el escabroso tema de la licitud o no de la diagonal. Siempre me han divertido y excitado mucho. Claro que yo, a mi pesar, soy una persona muy emotiva y nada *cool* ( un término por cierto que no puedo escuchar sin sonreírme con sorna, teniendo en cuenta el origen del mismo en el argot jazzy, pero dejo el tema, que no quiero aburrirte).
Saludos.
J.N.
Me expliqué mal. Lo que quiero decir es que no puedes cocinar bien si lo haces masticando chicles. Escribes porque intentas despertar alguna emoción en el lector, o simplemente, la risa. Pero si ya estás experimentando eso, pierdes la objetividad, y no puedes tener seguridad sobre si lo que estás escribiendo cumple su objetivo.
Bueno,
Esa especie de desdoblamiento evaluativo que propones me parece bastante extravagante.En mi limitada mente, comprendo mejor al pajillero; al menos tiene un objetivo subjetivamente objetivo.
En cualquier caso, esta mañana he estado leyendo algunas entradas de tu blog, y me he reído mucho. Me parecen la mar de tonificantes.
Saludos,
J.N.
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