Monstruos
Angeles Caso intenta convencer a Dragó de que las mujeres escritoras pagaron un altísimo precio por su don. No lo dudo. Todo aquel que tiene un don paga un altísimo precio, sea hombre o mujer. Dragó, quien no es difícil de convencer, aduce que las primeras mujeres escritoras en España fueron monjas. Místicas, recalcaría yo. Monstruos. Todavía se considera de mal gusto reconocer que eran monstruos.
Quien tiene un don, es porque vive cerca del Centro, del pozo de donde surge toda la belleza y toda la locura de las que somos capaces. Lo llamo Centro, pero otros lo llamarían con otros nombres. No importa el nombre exacto. Es muy difícil vivir ahí. Los israelitas, luego de experimentar la Presencia Divina, se postraron ante un becerro inanimado de oro. Pocos soportan la cercanía de la Fuente. Quienes lo logran, lo pagan convirtiéndose en monstruos. Cuando Moisés regresó con las Tablas de la Ley, su cara brillaba y era difícil sostener su mirada. Dicen que se vio obligado a llevar un velo el resto de sus días.
Esto lo escribo tarde, de madrugada, postergando el momento de irme a dormir. No sé con qué voy a soñar hoy, o siquiera si voy a recordar algo de lo que sueñe. Al levantarme, cumpliré con la ceremonia: me miraré en el espejo, adivinando los signos de mi transformación.
Lo más gracioso del programa ha sido el final: ver a Angeles Caso intentado hacer "pagar un precio" a una tal Samantha Devin, monstruito intoxicado de Nietzche y su Dioniso, pero monstruito al fin y al cabo, que se atrevió a retorcer las palabras de Blake, santón protoprogre, en contra del igualitarismo. Dragó, viejo zorro, fue más discreto: le hizo saber al monstruito que había dedicado uno de sus programas a Albert Hoffman.
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