Capítulo 24
Aquella misma noche, Shosho de Arimatea, el discípulo amado, irrumpió en la tienda de campaña de Freman mientras éste compartía
cada palmo de su sabiduría con Jessica de Caphernaum.
Freman suspiró, sacudió el polvo de sus sandalias, y salió al raso. Aquellos que estaban lo suficientemente sobrios o intoxicados como para seguir despiertos, se reunieron inmediatamente a su alrededor, dispuestos a escuchar, recordar y atesorar las palabras que iban a escapar de la boca del Maestro. La primera palabra fue:
- Coooñooo...
Luego soltó otro suspiro, y prosiguió:
- Cuando mi santa madre aprendió a preparar la puñetera sopa, le extrañó sobremanera la presencia de una jodida piedra en la receta. Y le preguntó a su madre, es decir, a mi abuela, sobre el propósito de la piedra. Mi abuela reconoció que no tenía ni puta idea, y mi madre fue a preguntarle a mi bisabuela, porque las recetas se transmiten por la misma vía que el ADN mitocondrial.
Algunos anotaron "ADN mitocondrial" en los bajos de sus túnicas para no olvidarlo.
- Mi bisabuela, por desgracia, se había limitado a imitar las acciones de mi tatarabuela, que era mujer de pocas palabras y muchas collejas. Por fortuna, la vieja zorra aún vivía, aunque confinada en un asilo, y allí se dirigió mi madre en busca del conocimiento. Encontró al arrugado carcamal y le hizo la correspondiente pregunta. La momia rió, luego tosió, pedorreó ad libitum, volvió a reír un poco, y finalmente respondió: "es que tu abuela es idiota, pequeña mía. Teníamos un cazo enorme por entonces, y el agua tardaba en hervir. Pero descubrí que si echaba una piedra en el agua, la sopa se cocía en menos tiempo. Por cierto, cuando salgas, dile al enfermero cachas que me he cagado al reírme. Y cierra la maldita puerta."
Freman siguió hablando:
- Hay veces en las que quemamos las naves que nos han traído a la costa. En la mayoría de las ocasiones, lo que nos importa es el resultado, no el proceso por el que hemos llegado al mismo. Una vez seguros de que estamos en el lugar adecuado, ¿por qué no liberarnos de la carga inútil? Si nuestra meta está tierra adentro, ¿para qué cargar con un ancla? Si la piedra era necesaria porque éramos tan pobres que sólo teníamos un cazo grande, ¿por qué seguir echándola en la sopa?
Y muchos oyéndole, decían atónitos: ¿de dónde saca éste estas cosas? Mas Freman prosiguió:
- Así son las tradiciones: reliquias de tiempos pasados, que en su momento tuvieron su función, pero que hoy no son más que un recuerdo. Cuando recordarlas es fácil, no hay nada malo en ello. Pero a veces se convierte en algo oneroso, como dejar de trabajar, en plena crisis económica, todo un puñetero día, para
celebrar la conversión en galletita sagrada de cierto judío zombie.
También les dijo:
- ¡Y ay de
aquellos que justifican la religión por las obras de arte que supuestamente ha generado, porque son como los hippies idiotas que, una vez que tienen lista la sopa de piedras, intentan masticar el guijarro! ¡Ay de ellos porque, tras el crujir de dientes, se convertirán en hippies desdentados!
Entonces una mujer siriofenicia, conocida como Alexa de Boadilla, se irguió entre la muchedumbre y preguntó:
- ¡Señor! ¿Qué tienen Jennifer de Magdala o Jessica de Caphernaum que no tenga yo?
- Aparte de nombres que comienzan con jota, aún no lo sé – reconoció Freman – pero, ¿por qué no lo comprobamos experimentalmente?
Y aferrándola por la cintura, desapareció en la oscuridad de su tienda de campaña.
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