Según el testimonio del pío Elentir
No existe consenso sobre la fecha y el lugar de nacimiento de San Pikachu Mártir, santo patrón de los epilépticos y de los ejecutados en la silla eléctrica. La mayoría de las fuentes dan por hecho que nuestro santo nació en la Bitinia, como
San Pantaleón. Pero el beato Elentir, en
Perianales galegos, sostiene que el piadoso roedor era de Galicia, de los alrededores de Noia, y que fue raptado, en un malhadado día de excursión a la playa, por unos piratas bitinios. Teniendo en cuenta el prestigio acumulado y la veracidad demostrada por el beato Elentir en otros temas, es más probable que el bicho haya venido de
Cipango.
No obstante, las fuentes sí parecen coincidir en el resto de los hechos que narraré a continuación. En realidad, existe más evidencia sobre la vida y obra de San Pikachu que sobre los hechos de Santa Tecla o Santa Justa, y conocemos muchos más detalles sobre la vida del piadoso animalejo que sobre la biografía de San Pablo o del mismísimo Jesucristo. ¡Alabado sea el Altísimo!
El camino da más asco
Era una gloriosa mañana de enero del año 36, y Saulo de Tarso, entrenador Pokemon, hacía el viaje desde Jerusalén a Damasco, a lomos de una burra. Sobre las ancas de la acémila reposaba un saco cuyo contenido parecía agitarse nerviosamente. Se trataba de un puñado de herejes pokemon capturados por Saulo de Tarso, a quien se le conocía por aquellos parajes como El Hombre del Saco. Los cautivos, un
bulbasaur y una pareja de
squirtles, habían sido vistos haciendo el signo de la cruz y defecando a los pies de una estatua del Emperador, e iban a ser ejecutados en Damasco, para escarmiento y disuasión de posibles aspirantes a herejes, y para solaz de los aborígenes en el gimnasio Pokemon de la ciudad siria.
De repente, Saulo de Tarso sintió una presencia sobre su hombro y una fuerte corriente eléctrica lo atravesó, desde la coronilla hasta la suela de sus sandalias, como si hubiese sido alcanzado por un rayo. La burra se encabritó, el jinete perdió el control y fue arrojado al rocoso suelo sin contemplaciones, perdiendo el sentido.
Recuperó la consciencia poco a poco, pero no la visión. El aura no le había abandonado aún del todo. Extendió las manos, palpando el aire a su alrededor:
- ¡Señor! - exclamó suplicante - ¿estás ahí?
Y una voz aguda le contestó:
- ¡Pika, pika! - que en bitinio quiere decir "oh, Saulo, ¿por qué me persigues?"
- ¡Y yo qué sé! - reconoció éste, arrepentido. A lo que la voz respondió:
- Piiika, pikachúuuu.... - que significa "bueno, no empecemos a chuparnos las pollas", en arameo.
Saulo, tembloroso y contrito, se puso de rodillas y preguntó humildemente a la Voz:
- Señor, ¿qué quieres que haga?
- Pikachu, pika, pika, squirtle, squirtle...
Es decir, "libera a mi siervo Squirtle y compite, en Mi Nombre, en los gimnasios de Damasco".
Maltrecho y dolorido, pero regocijado por tan edificante experiencia, Saulo de Tarso recogió sus bártulos, liberó a los sorprendidos pokemons en medio de aquellas tierras baldías, y siguió camino de Damasco, acompañado ahora por una especie de ratón amarillo con rayas carmesíes, sentado sobre su hombro como si se tratase de un loro. Ya en Damasco, fue a ver a
la enfermera Joy, que le curó la ceguera temporal con emplastos y tisanas. Luego, dedicó su vida a difundir el Mensaje de Salvación entre los gentiles.
Roma
¿Quién no conoce la gloriosa historia de las misiones y viajes del Apóstol Pablo? Lo primero que hizo nuestro apóstol protagonista fue cambiarse el nombre, para evitar problemas de copyright y enfrentamientos con la autoridad imperial. Primero se hizo llamar Tamara. Luego cambió a El Apóstol Antes Conocido como Saulo. Y finalmente se quedó en Pablo, que era el nombre de un cachorro de Yorkshire que había tenido durante su infancia, que había fallecido tras caerse en el Pozo de Jeremías. Recorrió toda el Asia Menor y el Asia Mayor, predicando la Palabra de Dios y bautizando incautos. Creó sociedades piramidales de venta y reventa de reliquias en Pérgamo, Corinto y Miravete de la Sierra, y pasó unas cuantas noches en las cárceles de Tesalónica y Cesarea de Filipo, acusado de vender comestibles en mal estado. Todas estas aventuras las vivió con Pikachu sentado en su hombro. El animalejo, eso sí, seguía propinándole alguna que otra descarga de cuando en cuando, para que no decayese su ánimo evangelizador ni tambalease su entusiasmo por la fe verdadera.
Empero (¡joder! ¡qué ganas tenía de poder usar esta puñetera palabrita! ¡qué a gusto me he quedado!), sintiendo acercarse el término de su misión, San Pablo y San Pikachu se encaminaron hacia Roma, a fin de salvar almas en la futura capital del Crestianismo. Pero, posiblemente por voluntad de Nuestro Señor, tuvieron la mala pata de que el primer transeúnte al que intentaron camelar era nada menos que Responsable de Logística del Zoo Adjunto al Circo Romano. Y para más inri, aquel año, la carne de caballo había subido que daba miedo, y se podían contar las costillas de los tigres y leones.
De manera que apresaron al Apóstol y a su fiel mascota, y los sometieron a tortura haciéndoles escuchar una y otra vez una grabación del Emperador cantando la tarantela. Pikachu resistió hasta el final, pero a Pablito se le aflojaron la lengua y el esfínter, y delató a todos los cristianos que conocía, a su propia madre, a un grupo de actores de una compañía itinerante de teatro griego y a dos putas que habían conocido la noche anterior en un burdel germano de los suburbios. Lo de las dos putas fue una verdadera pena...
Testimonio de fe
Al día siguiente, a la hora de los toros, llevaron a los prisioneros cristianos al circo, y abrieron la taquilla para que entrase la chusma. A los cristianos los agruparon en el centro del recinto, y los guardias se retiraron para abrir las jaulas de las fieras. Hubo cierto retraso, tras saltar al ruedo el típico payaso reivindicando la abolición de las corridas de toros, pero tras ser reducido y expulsado del circo, por fin aparecieron, entre aplausos, los famélicos leones, los dos únicos tigres que aún podían moverse, tres osos panda y un elefante de circo retirado. Los osos pandas eran vegetarianos, y no eran gran cosa, la verdad, pero
uno de ellos tenía una mala leche que no veas.
En ese momento, un hombre llamado Ignatius Arsuacus: marido, padre y abogado, descendiente de Tubalcaín y fervoroso creyente, se puso en pie con su cruz y una guitarra, quiso hacerse oír, y se encaró a los leones cantando himnos y alabanzas a Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen. Los leones, que eran de oído delicado, retrocedieron asustados. Pero el hijo de puta del elefante, que era sordo de nacimiento, amén de una bestia insensible, agarró a Ignatius con la trompa, lo zarandeó, lo sodomizó, lo aplastó con sus cuartos traseros y luego defecó copiosamente sobre sus restos mortales. Nadie lloró la pérdida ni reclamó las reliquias, impregnadas como quedaron por la mierda del paquidermo.
El milagro de Pikachu
Y entonces ocurrió el milagro. Pikachu, inspirado por el tormento de Nuestro Señor en la Cruz, y probablemente poseído por el Espíritu Santo, hizo frente a las fieras lanzando rayos eléctricos en forma de crucifijos. Esta vez retrocedió hasta el elefante, alcanzado en la punta de la trompa, que es un órgano sumamente delicado. Un león socialista y proabortista intentó acercarse al santo, pero recibió una descarga en el mismo órgano que el elefante y salió huyendo con el culo al aire, apoyándose sobre sus dos patas delanteras.
Aquella parecía ya una victoria memorable de la Fe, pero el Responsable de Logística jugó una última carta, y liberó a las anguilas eléctricas de tierra, de una especie ahora extinta por culpa del cambio climático y los restaurantes chinos. Las anguilas acorralaron a Pikachu, que ya había descargado sus baterías, y lo dejaron convulso y malherido.
Evolución, ¡jamás!
Entonces San Pablo se irguió, majestuoso y solemne, y ordenó a Pikachu:
- ¡Pikachu, evoluciona! ¡Evoluciona, coño, evoluciona!
Pero Pikachu, que era un ferviente creacionista eclosionado, se negó una y otra vez, a pesar de su cada vez más precaria situación. En aquel preciso instante, tembló la tierra, se abrió el manto de nubes, se vio un resplandor en el Cielo, y una potente Voz desgarró la atmósfera desde las alturas:
- ¡Pika, Pika! ¡Pikachú! - que viene a ser lo mismo que "no hace falta que evoluciones, pues Yo haré el milagro".
Y, ¡catapún!, por un milagro divino, Pikachu se transformó en un Raichu, que es una especie de rata del tamaño de un canguro, con corriente alterna y un crucifijo en el cuello. Raichu se abalanzó sobre los leones, dispuesto a tomar venganza divina, pero el suelo estaba mojado por el pis de los cristianos, y Raichu resbaló y cayó, electrocutándose a sí mismo por accidente. El manto de nubes se volvió a cerrar, y hay quien jura que se oyó una voz a lo lejos, en las alturas, que decía: "hay que joderse"...
Los romanos rugieron excitados, como cuando la Roma le marca un gol al Lazio en tiempo de descuento, y las fieras dieron pronta cuenta de los aterrados mártires. A San Pablo lo dejaron para el final, pues era el más viejo y correoso y se había cagado en la túnica; mas, al día siguiente, uno de los tigres fallecía intoxicado. No se libraron ni las dos putas, a quienes por error, años más tarde, la Iglesia canonizó como Santa Jennifer y Santa Samantha.
¿Cree usted que estoy exagerando? Conozco a un padre piadoso que no le compra el Pokemon Evolution a sus suplicantes retoños porque les puede transmitir ideas pecaminosas como ese invento comunista-judeo-masón de la Teoría de la Evolución. Cuando usted crea haber visto ya la mayor estupidez posible, aparecerá algún cretino cristiano y le destrozará todos sus esquemas...
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