Dios santo, ahora me doy cuenta de que he desperdiciado la mitad de mi vida. He leído esto en un comentario a un post de
Eduardo Robredo, escrito por una persona a la que reconozco su experiencia en estos temas:
El sentido de justicia esta basada en la equidad y por tanto la distribucion de la riqueza esta escrito en el código neuronal que nos mueve a comportarnos moralmente.
Tras leerlo, me he sentido como Winnie The Pooh. Me explico: de cuando en cuando, Winnie tiene que pensar en algo. Entonces se sienta, cierra los ojos, se estruja las sienes con los puños, hace una mueca, y termina reconociendo:
- ¡Pienso, pienso, pero no pasa nada!
En mi caso, he vuelto la vista hacia mi interior, buscando algún vestigio de ese "código neuronal" que debería animarme a compartir mis ganancias con los menos favorecidos. Silencio total. He sacudido la cabeza y cerrado los ojos... un momento... no, ese es mi estómago... nada de nada... y de repente...
... de repente he comprendido que soy un monstruo. ¡Una aberración mutante! ¡Una abominación de la Naturaleza! Madre mía, ¡no encuentro ni una gota de solidaridad en mí! Tampoco me siento en deuda con el Tercer Mundo ni con los abuelitos negros de Obama. Y no digo nada de amor al prójimo... porque el amor hacia las prójimas no cuenta, ¿verdad? Claro, es un amor interesado.
Luego de permitirme mis cinco minutos de pánico y desesperación, y con la ayuda de una botella de whisky añejo, he logrado tranquilizarme un poco. Cinco minutos más, y hasta he empezado a ver la parte positiva del asunto: en realidad, no soy un monstruo. Soy un discapacitado moral.
El lunes que viene me presentaré en el ayuntamiento y solicitaré una subvención para crear y gestionar una Asociación de Ayuda a Discapacitados Morales (me pido el cargo de tesorero).
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