lunes, abril 23, 2007

Las Aventuras del Tío Moe: ciencia moeña

Bodhidharma, coño, sólo es Bodhidharma...Despeje, por favor, un área en el suelo de unos dos metros de largo por metro medio o dos metros de ancho. Asegúrese de que nadie le ve, y lea ahora esto:
Venga, ya se puede descojonar a placer y rodar por el suelo riéndose de las paridas del tío Moe, uno de nuestros más famosos afectados por el Síndrome de Geppetto: aquel que hace que su portadores confundan leños parlantes con zarzas ardientes.
La frase corresponde a la batalla entre Bilbaopundit y nuestra lumbrera del MILF (Movimiento Indígena para la Liberación de Flandes). Digo batalla por darle cierto tono épico, porque hasta el momento, lo que hemos presenciado es al bilbaíno dándole estopa al célebre inventor de la gimnasia española, que debe estar maldiciendo a su apoderado por no acabar de encontrar la puñetera toalla.
Sería innoble e injusto apuntarse a la caza de una liebre que ya está en la cazuela, pero será divertido comentar el combate… vale, exageraba… la paliza. Y hay detalles interesantes que aclarar. Por ejemplo, la descojonante frase que he citado revela la realidad del método científico moeño, que no es más que la forma jesuita de fingir que se está pensando.
Hace un tiempo se discutía en los comentarios de la bitácora del tío Pío sobre física cuántica y otras naderías. Uno de los creyentes en San Pepino, una persona con una innegable cultura “humanista” (por llamarla de alguna manera) se empeñaba en que la discusión comenzase por definir qué es materia. Por supuesto, eso es imposible. Y al llegar a este punto, los milfers presentes reclamaban la victoria, o al menos, un indigno empate.
Por supuesto que no existe una definición de materia que merezca la pena. Los libros de “solfeo y teoría musical” que estudié de niño comenzaban invariablemente con frases huecas como:
La música es el arte de combinar los sonidos y el tiempo.
Cojonudo. Ahora que ya lo sabemos, escribamos una sinfonía.
Lo que ocurre con estas definiciones huecas es revelador: el jesuita que pretende explicar el mundo sentado en su despacho comienza “definiendo” el problema, con la esperanza de que la propia definición traiga consigo la solución del enigma. Por ejemplo:
- ¡Hermano Moa, hermano Moa! ¡La catatrepa ha entrado en crisis!
- ¡Disciplina, Martínez! - y dirigiéndose a la clase - ¡Que no cunda el pánico, señores! Veamos, ¿qué es una catatrepa?
- Una cata que trepa.
- Efectivamente. ¿Y qué es una crisis?
- Una mutación importante en el desarrollo de un proceso.
- ¿De dónde lo ha sacado, Rodríguez? – ceño fruncido - ¿de la Wiki o del DRAE?
- De un folleto del Grupo Intereconomía, padre.
- Bien, Rodríguez. – ceño desfruncido – Entonces, si la catatrepa ha entrado en crisis, ¿a qué se debe?
Silencio.
- Vamos, ¡si es que tenéis la solución delante!
Silencio embarazoso.
- ¡Señor, Señor! – en ambas ocasiones, con mayúscula - ¡Es evidente que se trata de una crisis espiritual! ¡La catatrepa ha perdido su fe en el proceso trepador!
- ¡Aaaaaaah!
- Así que, Martínez, regrese al lado de la catatrepa, anímela y confórtela. Aquí tiene: los cuatro tomos de la vida de San Pancracio. Nosotros seguiremos la clase. Decía que Corinto y Megara pidieron ayuda a Esparta para…
- ¡Auuuuuuchhhh! ¡Puta catatrepa! ¡Me ha mordido la muy zorra!
Recuerde: para un milfer, la definición del problema lleva implícita su solución. Esto le evita al milfer tener que lidiar con el mugriento y siempre azaroso método experimental. También hace poco, Moa se burlaba de Savater porque éste había dicho que no sabía qué era "dios". Replicaba nuestro gimnasta español, con cierta razón, que tampoco sabemos qué es materia, pero juzgamos su existencia de acuerdo a sus efectos. Lo que se le olvidaba añadir es que los científicos, e incluso algunos filósofos, dependen del experimento, mientras que en teología, experimentar con lo divino está muy mal visto (vea El Laboratorio de Gedeón). Por cierto, aún sigo vivo...
Como solía repetir Bodhidharma, el Bárbaro de los Ojos Azules de las crónicas budistas chinas, el ignorante se regocija con las palabras como el elefante que se revuelca en el barro. Elefantes enanos moeños incluidos.

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