Eso del honor
Los españoles siempre hemos sido gente muy rara. Circula por Europa la caricatura del español pobre como una rata, corto de mollera, pero muy orgulloso, celoso de su honor y amante de las tradiciones. Es cierto que una caricatura sólo es una simplificación exagerada de la realidad, pero lo extraño es que nos encontramos muy cómodos con ella. O la Caricatura imitó fielmente la Realidad, o la Realidad se sintió tan atraída por la Caricatura que terminó amoldándose a ella.
El "honor" por el que en tiempos pasados se rebanaban gargantas tenía un sentido bastante estrecho y adecuado a la época. Significaba que tu madre sólo había conocido un varón, y eso, sólo después de que el cura diese el correspondiente permiso. Implicaba que tu hermana seguía el mismo camino, y que llegaría intacta al floreciente mercado matrimonial. Y quería decir que la mujer obedecía en todo al esposo, incluso cuando el esposo era un hijo de puta maltratador, que se hallaba a gusto entre meretrices o efebos o si le gustaba satisfacerse con el pomo del espadón. Era un concepto del honor muy cómodo, pues no dependía de uno mismo, sino de los demás. Específicamente, de las mujeres que te rodeaban y de las bofetadas que les pegases. Esa idea sigue vigente entre los partidarios de la llamada religión de la paz (de los sepulcros) con las consecuencias que todos conocemos.
Pero las palabras cambian su sentido con el tiempo, y "honor" no iba a ser una excepción. Para mí, "honor" se ha convertido en una serie de exigencias que me hago a mí mismo, no a los demás. La primera de ellas, respetar a los más débiles. Observe que digo "débiles", sin precisar categorías. Por lo general, eso incluye a las mujeres, cuando se trata del uso de la fuerza física. Pero mi definición excluye claramente a personas como María Teresa Fernández de la Vega, Letizia Ortiz Rocasolano e incluso Sofía de Grecia. Se trata de gente poderosa, muy poderosa. No quiere decir que tenga que mofarme de ellas o despreciarlas automáticamente. En mi código, también hay que respetar el mérito: la inteligencia, la bondad, el coraje. Eso sigue dejando fuera a un par de miembros de la lista anterior.
Respeta a los débiles. Admira a la gente buena. No está mal: "Los Dos Mandamientos de Freman". Pero hay un tercero, para redondear la cifra: no respetes a quienes se pasan alguno de los dos primeros mandamientos por el forro. J.J. Benitez entra en esta tercera categoría. ¿De verdad se cree todas las gilipolleces que dice y escribe? O es muy tonto, o es un manipulador. Un manipulador es alguien que se aprovecha de la debilidad de los crédulos. Eso, va contra el honor.
Pero antes cabía la posibilidad de que sólo fuese un tonto más. ¿Quién puede leer la mente de un hombre y descubrir lo que guarda en su corazón? De serlo, sólo estaría violando el Primer Mandamiento. Al interponer una querella contra alguien que le explicaba sus errores, y llevarla a sus últimas consecuencias, ha violado mi Segundo Mandamiento: respetarás aquello que merece la pena. En este caso, el conocimiento. De una forma u otra, el Magufo Mayor del Reyno de España demuestra desconocer eso del honor.
Ah, sí. Está lo del juez... pero, para abundar en el tema, tendríamos que hablar de otra caricatura exitosa. Sólo me permitiré una observación: nuestros jueces y políticos se llenan los carrillos berreando sobre el respeto a la actividad de los jueces. Que no nos tomen por tontos: el respeto a la judicatura significa que los poderes legislativo y ejecutivo no interfieran en la actividad de los togados. De ninguna manera quiere decir convertir a gente poderosa, quizás demasiado poderosa, viendo lo visto, en santones intocables.
Más información:
- Articulo en Tabula Rasa
- Comunicado de Círculo Escéptico
Etiquetas: ciencia, farsantes, libertad, santos y santones
2 Comments:
Gran post.
Un saludo,
Gracias, Dwight. El mérito es del cabreo.
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