viernes, enero 05, 2007

Draculín vuela hacia el Oeste

Episodio anterior: El Vampiro Feo
El pequeño vampiro voló siguiendo al Sol... y vaya si le esperaban aventuras a nuestro héroe. Tras abandonar el diezmado palomar, voló hacia Occidente durante unos días. No es que hubiese algo en el oeste que le atrajese especialmente: es que viajaba de noche. El primer día había volado hasta el amanecer, y la luz del sol naciente lo deslumbró, haciendo que cayese a tierra. Desde entonces, vigilaba al sol para ver dónde se ponía, y luego navegaba en esa dirección hasta que le pesaban las alas.
Había volado una semana cuando tropezó con el mar. Recién pasada la medianoche, dejó atrás la línea de la costa, pensando que se trataba de un río. Siguió mar adentro durante un par de horas, absorto en sus pensamientos, hasta que comprendió que estaba planeando sobre un río demasiado ancho. Sintió pánico y giró en redondo, aleteando desesperadamente en busca de la orilla. Estaría a unos quinientos metros de tierra firme cuando le fallaron las alas, agarrotadas por el dolor. Comenzó a descender lentamente hacia el agua, por pura inercia, y se dio por muerto. Cuando estaba a un par de metros de la superficie, ocurrió el milagro. Una fuerte ráfaga de viento lo empujó como a una burbuja de jabón contra la costa. Se pegó un tortazo contra unas rocas y rebotó de vuelta al mar, pero la corriente lo arrastró de vuelta a la costa. Gateó como pudo hasta un lugar seguro y se tendió boca arriba. Entonces creyó ver a alguien que volaba allá en lo alto, que sonreía y lo saludaba. Luego, se desmayó de puro cansancio.
Nuestro amigo era un murciélago muy joven, y aún creía en las coincidencias significativas, por lo que al despertar, decidió acampar una temporada en el lugar. No le resultó difícil. Unos pocos kilómetros al sur, la playa rocosa se transformaba en un acantilado de caliza, con numerosas cavernas. Eligió una cueva vacía con una gran entrada, de cara al mar, inaccesible para quien no supiera volar. Explorando los alrededores, descubrió verdes prados en los que pastaban vacas de sangre espesa y caliente. Tenía todo lo que podía desear un murciélago vampiro adolescente, y durante un tiempo, Draculín sintió algo que podría llamarse "felicidad"... estirando un poco el significado de la palabra.

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