El ultimo sueño de Fidel Castro (II)
Como budista practicante, creo que las ideas son piedras arrojadas a un estanque. Cada una, provoca una onda que se expande hasta las orillas, rebotando y mezclándose con otras ondas provocadas por otras ideas. La última aparición de mi amigo me recordó las leyendas sobre "El Hombre de la Arena": el Sandman de los anglosajones y germanos. Y me acordé del cuento de Andersen, "Ole Lukøje": Ole, el que cierra los ojos.
Ole es un duendecillo que ha desarrollado una técnica mejor para dormir a los críos que esa barbaridad de arrojarle arena a los ojos. Viaja por el mundo con dos paraguas. El que sostiene con su derecha está profusamente decorado en su parte interior, como la piel del Hombre Ilustrado de Bradbury, y cuando lo abre sobre la cama de un niño que duerme, éste sueña con las figuras del paraguas. El segundo paraguas nos muestra el lado oscuro del propio Andersen: es completamente negro, y está reservado para los niños que deben tener pesadillas, casi siempre por haberse portado mal. Copié un fragmento de la traducción del cuento al inglés: en él, el personaje se rebela contra el tono moralista del retrato de un bisabuelo estirado, y admite ser el mismísimo Morfeo de los griegos y romanos (an ancient heathen, o un antiguo pagano, en sus propias palabras).
Un poco más adelante, el cuento se torna definitivamente oscuro. En el último sueño, Ole habla sobre un hermano suyo muy peculiar: también un "cierra ojos", pero que sólo visita una vez a cada persona, y se lo lleva con él, en su caballo. Personalmente, me gustaría más que, llegado el momento, viniese a buscarme La Belle Dame Sans Merci, pero demos por buena la historia de Andersen. Este hermanito heavy metal sólo conoce dos cuentos, y la persona que cabalga con él debe escuchar uno de ellos por toda la eternidad. El primero de los cuentos es el más hermoso de todos, si hacemos caso al viejo Ole, y naturalmente, está destinado a los niños que se comen su brócoli sin chistar. Pero el segundo de los cuentos es terrible, y va acompañado de las carcajadas y aullidos del sádico personaje de Andersen. Como para irse a dormir...
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