El último sueño de Fidel Castro (I)
Hace un par de días tuve uno de esos sueños "importantes": esos que parecen una adivinanza y que presuntamente ocultan pistas que debes desvelar por ti mismo. Soñé con Dios... una vez más. No, no son ganas de "provocar" a nadie (esta vez). Conozco a varias personas que han reconocido en mi presencia tener sueños similares. En ellos, Dios figura siempre como un viejecillo arrugado y pequeño, o como una tortuga. El soñador nunca lo reconoce a la primera, pero al despertar le queda la profunda impresión de haber conversado con Dios. Si quien sueña es varón, Dios es un personaje masculino; si es una chica, puede ser una mujer o un hombre. Si es Zerolo, sólo Dios en su infinita sabiduría sabrá elegir el disfraz apropiado.
No recuerdo haber tenido esos sueños de pequeño: el primero me llegó poco después de cumplir los veinte. Me abría paso a espada por un bosque oscuro, y llegaba a una torre. En la última habitación, me encontraba con el enigmático viejo. Me sentaba en su mesa, y comenzaba a hablarme. Sé que me hablaba, pero no recuerdo las palabras; tampoco era necesario, al parecer, pues sólo oirle me infundía una inmensa paz de espíritu. Luego venía la parte de la adivinanza: me conducía a la ventana desde donde podía ver detalles imposibles de observar desde el suelo. En particular, el viejo me señaló una segunda torre, muy distante, diciendo: "there She sleeps" (en inglés en el original). Luego me entregó una bolsa con provisiones, me dio una palmadita en la mano (Attaboy!) y me envío de vuelta al bosque. En ese momento desperté con esa curiosa sensación de haber soñado con algo importante. Desde entonces, las visitas de este personaje se repiten, aunque bastante espaciadas en el tiempo. La segunda vez, vino como una tortuga: "¿te sorprendes?" - se burló de mi sorpresa - "¡yo lo puedo todo!.
La visita del domingo fue especial. Fui yo quien lo descubrió... o eso me hizo creer. Estaba soñando con alguna tontería cuando de repente me di la vuelta y descubrí un enano deforme con un pincel y un bote de pintura. Tenía unas manos enormes y unos pies pequeños. Grandes ojos y orejas, pero una boca muy pequeña que sonreía. Lo primero que dijo fue "cookie!", y levantó ambas manos agitándolas, lo cuál no me pareció especialmente digno. Luego se puso serio y me contó que estaba "decorando mi habitación". No tenía pensado mostrarse, pero mi intuición lo había puesto en evidencia. No debía preocuparme, pues me preparaba agradables sorpresas. Y dicho esto, desapareció de mi sueño.
Etiquetas: comunismo
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