El Misterio
Desde hace tiempo vivo encallado en una isla sin mar. No importa cuánto ande en cualquier dirección, pues nunca llego a la costa. Una fina capa de polvo y decadencia cubre todos los objetos abandonados a la intemperie, pero la gente camina, aparentemente absorta en sus asuntos, y sólo si intentas retirar el polvo te dedican una rápida mirada de odio y desconfianza.
Me muevo entre fantasmas de mirada ausente, buscando algo que no he perdido, pero que sospecho que existe incluso en esta ciudad sin alma. Busco sitios que irradien misterio, y espero descubrir, en alguno de ellos, la Puerta. La imagino como el Aleph de Borges: un punto mágico que me permita contemplar el mundo en un solo aliento. Quizás sea más sencillo, y tras la Puerta sólo me aguarde el mar, o una bocanada de viento yodado. Pero no encuentro misterio en este lugar, sino miedo y cansancio. Y hastío, mucho hastío en las miradas.
Pero no me rindo, aunque viva encallado en una isla sin mar. Ayer liberé una paloma. La vi perderse tras las montañas, y aún no ha vuelto.
Etiquetas: extrañeces, yo
6 Comments:
Bonito post.
No , si esa isla me suena. Yo es que ni tengo paloma para soltar.
Si te interesa, en mi blog he publicado (y seguiré publicando) textos sobre cimunismo (lo digo por tu url :P)
No, si esa isla me suena. Yo es que ni tengo paloma para soltar.
:) La historia real detrás del post es un poco más prosaica y a la vez estrambótica. Paseando por los márgenes del barrio, encontré un "local" de dos plantas, con un patio muy amplio, y con un cartel luminoso con nombre exótico de mujer. Pensé que era una iglesia de algo, pues en Madrid sólo las iglesias pueden darse el lujo de desperdiciar tanto espacio a su alrededor. Ni siquiera había sillas que apuntasen a un bareto o a un restaurante.
Pero las iglesias suelen tener símbolos que representan aquello a lo que adoran, y el signo de neón no me resultaba familiar. Como los paseos los hago los fines de semana, mientras aún hay luz, tampoco podía entrar y ver por mí mismo. Descartada la iglesia y el restaurante, pensé en un burdel... pero no era lo suficientemente grande. Los burdeles madrileños, como las iglesias, suelen ocupar muchos metros cuadrados. Pero los burdeles suelen tener patios exteriores más pequeños, por razones obvias.
Un día de la semana pasada, de repente, me pudo la curiosidad, dejé lo que estaba haciendo y fui caminando hasta el lugar. Misterio resuelto (no diré cómo). Y decepción, claro.
Cuando uno es joven, cree que las Puertas están ahí fuera: la puerta de la universidad, o del local de ensayos de un grupo de rock, o la del dojo, o la de la casa de la futura parienta, esperando a cambiarte la vida (o a jodértela). Pero como diría Shosho, el Conejo Espiritoso, las puertas verdaderas están en el interior de cada cual. Y mientras antes se dé cuenta uno, mucho mejor.
Si te interesa, en mi blog he publicado
Me paso y te enlazo...
Me ha gustado mucho.
:) Y a mi me ha gustado que te haya gustado...
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