jueves, junio 28, 2007

Inhibición

El mundo, de cabezaChesk me pregunta de dónde habría sacado el dinero para comprar el maldito inhibidor que tendría que haber impedido el asesinato de seis de nuestros soldados. Tengo la costumbre de tomarme estas preguntas como algo personal. ¿De dónde habría sacado yo los treinta o cuarenta mil euros para comprar el artefacto?
Supongo que, si me hubiese tocado estar en la cadena de mando, hubiese tenido alguna libertad con el presupuesto, a no ser que estuviese en lo más profundo de la dichosa cadena. Dudo que me hubiese alcanzado el sueldo. Incluso habría sido difícil pagarlo con los ahorros: treinta mil se dice rápido, pero son unos seis millones de pesetas. Cuarenta mil, son ocho millones: lo tendría en dos meses. Si se habían pedido, como se ha dicho, en noviembre del año pasado, lo hubieran tenido en enero. Pero dudo que, por mucha indignación que sintiese, hubiese podido recortar seis u ocho millones de mi cuenta corriente, sin costarme un serio disgusto con los míos. Así funciona el egoísmo familiar: no puedo presumir de ser, en ese sentido, mucho mejor que nadie.
Conforme ascendiese por la cadena de mando, las excusas desaparecerían. Cuentan las malas lenguas que, en plena mudanza a Afganistán, Trillo desairó a algún mandamás castrense durante una visita al terreno, haciéndole montar una capilla improvisada para rezar durante su breve estancia. La anécdota me la contaron como una de las "explicaciones" del desastre del 14-M: según mi fuente, buena parte de las familias tradicionalmente de derechas vinculadas a mandos del Ejército dejaron de votar al PP por ésta y otras "humillaciones" y pequeñas rencillas.
No sé si es cierto, e incluso de serlo, se me ocurren algunas razones para no culpar directamente a la marioneta atormentada en que se había convertido Trillo al final del segundo mandato de Aznar. Pero se me ocurre que, en un entorno extremo y peculiar como es el ejército, las presuntas necesidades espirituales de la tropa deben estar bien cubiertas. No me parece mal, pero si tuviese que elegir entre la salud espiritual de gente a mi cargo y su integridad física, ¿no le parece evidente cuál sería mi decisión? ¿Cuántos nos ahorraríamos dejando al capellán en tierra? Pero no me haga mucho caso: ya sabe que soy una serpiente apóstata, un enemigo del pueblo y un adversario del software libre.
Naturalmente, si me aparto de la cadena de mando, se me ocurren muchas más ideas. Chesk ya ha dado algunas buenas, y mis compañeros de "meme" seguramente aportarán otras tantas. Se me ocurre, sin embargo, que si yo fuese un empresario mallorquín, en vez de ahorrar para comprarle un yate al bribón, quizás preferiría invertir mis sobornos en dotar a las unidades en zonas de combate de inhibidores de frecuencia, o de lo que careciesen en ese momento. Quizás, si yo fuese el bribón o el hijo del bribón, vendería algún yate viejo de cuando en cuando con el mismo propósito. Así me evitaría algunas situaciones realmente desgarradoras como las que han tenido que vivir últimamente. O quizá impediría que se regalase más dinero a Al Gore con el pretexto de un premio que llevase mi nombre.
Pero qué tonterías digo...

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