sábado, septiembre 23, 2006

Sumisión

Weltanschauung: elefante indio practicando gimnasia españolaHay muy pocas cosas realmente nuevas bajo el sol; sobre todo si se trata del sol que se pasea a diario sobre nuestra Península. Y es que las ideas no son independientes unas de las otras. Si crees en la gravedad, más temprano que tarde tropezarás con la idea de los agujeros negros y las ondas gravitatorias. Si crees en serio en un Dios omnipotente, más temprano que tarde te enfrentas al problema de la llamada Teodicea: ¿por qué un Dios omnipotente permite el Mal en el mundo?

No hay muchas respuestas a este problema, pues la mayoría de los creyentes suelen ignorarlo o conformarse con rodeos y evasivas. No hay que extrañarse ni escandalizarse por ello: ¿cuántos transeúntes podrían explicarle por qué creen que la Tierra es redonda sin recurrir al "otros lo han demostrado"?

Quienes han pensado en serio sobre este problema tampoco han encontrado respuestas convincentes. Los gnósticos intentaron explicar el mal interponiendo capas y capas de dioses y semidioses entre un Cosmocrator distante y perfecto, y el inepto Demiurgo que habría fabricado nuestro universo de bricolaje. La ortodoxia católica, por el contrario, se construyó descartando los elementos doctrinales menos sostenibles (incluso así, la idea de la Trinidad logró abrirse paso en el credo católico).

Pío Moa, nuestro intelectual más profundo, autor entre otras cosas de un método gimnástico para futuros alastristes, ha encontrado una nueva respuesta al milenario problema:

He aquí la conclusión final del más brillante y universal de nuestros pensadores (¡tiembla, Tomás de Aquino!):

En fin, quede la idea clave, difícil de rebatir: la vida humana es necesariamente justa. Otra cosa es que comprendamos bien sus leyes.

Hay que ver la idea en acción para comprender la grandeza de la teología (que no filosofía) moeña. Por ejemplo, corre el año 1755 y es usted un cristiano lisboeta. Es el día de Todos los Santos, un día especial para los católicos, y de repente se da cuenta de que el suelo tiembla. Corre en busca de refugio, y ¿dónde mejor que en la Casa del Señor? ¡Incorrecto! Mientras usted suplica al Altísimo, ya no por su vida, sino por la de las monjitas que le rodean, se desploma el techo de la iglesia y tanto usted como las monjitas se convierten en ectoplasma. Usted no llega a verlo, pero el burdel que está a cien metros de la iglesia, resiste el terremoto y tanto clientes como pupilas sobreviven para contarlo. ¿Explicación? Alguna hay, diría Moa, pero somos muy estúpidos para saberla. Para la siguiente vez encarnación, corra nuevamente a la Iglesia. Si nuevamente un bloque le machaca los sesos, no refunfuñe ni maldiga, que es cosa del Plan Divino.

... pero como antes decía: nihil novum. Resulta que esta respuesta al problema central de la Teodicea no es nuevo: ¡es exactamente la respuesta que da el Islam al problema! Es decir: Alá es omnipotente y misericordioso, y si haciendo una buena acción le contagian los herpes, no se queje. Sólo diga aquello de "Allahu Akhbar"... y acéptelo con sumisión. De ahí viene precisamente la palabra muslim: aquel que se somete por completo a la voluntad de Alá, el Todopiojoso.

En el Corán, Moisés, o Musa, se encuentra en uno de sus viajes con un personaje misterioso llamado Al-Khidr: "el verde". Le pide que le permita acompañarlo, pero el Verde (un antepasado de Kermit la rana, con toda seguridad) se niega, pues sabe que Moisés no podrá comprender todas sus acciones. En efecto, Al-Khidr asesina a un niño ante los desorbitados ojos de Musa. La explicación: el niño asesinado iba a dar muchos problemas a sus progenitores. Gracias al asesinato, Alá les dará un nuevo hijo que se convertirá en una bendición para ellos cuando sean viejos. Qué jodidos y retorcidos son los caminos del Todopoderoso.

¿Será este el primer paso de Moa para convertirse al Islam? Sólo Alá lo sabe, claro...

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