Ecos

Ayer el correo me trajo mi ejemplar de I'm a Strange Loop, de Douglas Hofstadter. Tenía que hacer un par de gestiones en bancos, e inconscientemente, manipulé el libro unos diez segundos. Eché un vistazo a la portada y a la contraportada. Luego ojée el índice y el prólogo del autor. Finalmente arrojé el libro sobre el escritorio y salí a la calle.

Cuando llegué a la acera, pensé: "Bernstein le devuelve el favor". ¿Quién demonios es el tal Bernstein? Recapitulé mis últimas acciones. La contraportada del libro recién adquirido incluía una cita sobre el libro de Jeremy Bernstein, fuese quien fuese. Y Jeremy Bernstein, físico de profesión, se mencionaba entre los agradecimientos, en una página impar del libro, en la mitad superior de la misma.

Supongo que lo anterior es un ejemplo de por qué recibo altas calificaciones en las pruebas del IQ, y explica en parte por qué resuelvo sudokus con facilidad, aprendo geometría diferencial con cuarenta y tantos tacos como quien se aprende la letra de una canción, y otras tantas pequeñas "hazañas" que con el tiempo han terminado definiendo quién soy. Al fin y al cabo, a uno lo definen por sus singularidades, no por lo que tienes en común con los demás.

En el lado negativo, todavía hoy, el apellido Bernstein rebota en mis circuitos neuronales como el eco de una frase inconclusa. Es un trocito de conocimiento inútil, que aflora mientras me afeito o cuando me preparo la comida. No me extraña que muchos hayan personalizado la parte del ordenador a bordo que no parece pertenecer, estrictamente hablando, al Yo, y que en muchos casos, le hayan atribuido intenciones aviesas.

El precio de saber es no poder olvidar. ¿Le parece un trato justo?