lunes, mayo 01, 2006

Hasta siempre, Maestro

Lo descubrí demasiado tarde, y ni siquiera recuerdo cómo... o sí. Mientras escribía la frase anterior, mi vista tropezó con El Monje y el Filósofo, en un sitio muy visible de la estantería; en ese sitio que se reserva para los libros de los que uno presume. Ahí pongo los libros que me enorgullezco de haber leído. Para que lo vean los amigos y se alegren, y para que brote la bilis de algún que otro enemigo disimulado.

Cuando terminé con el primero, busqué más, y así pude leer El Conocimiento Inútil, La Obsesión Antiamericana, La Tentación Autoritaria y, finalmente, La Gran Mascarada. Son libros que se leen con agrado. Es cierto que mucho de lo que cuentan ya lo sabes o sospechas... pero da gusto leerlo tan bien explicado. Y es que era sorprendente: a pesar de ser filósofo y de ser francés, Revel fue una persona inteligente y, a la vez, honesta. Toda una rareza en estos tiempos. No le conocí servidumbres: estoy convencido de que contó lo que realmente pensaba, y que lo que contó, era algo en lo que no creía.

¿Cree que es tan sencillo? Sea sincero consigo mismo, entonces, y medite otra vez si hay algo en su cabeza que considere inconveniente contar. ¿Yo? Usted no lo ve, claro, pero por cada entrada publicada en este blog, hay otras tres o cuatro que se quedan como borradores. Hasta la consumación de los siglos... o hasta que me arme de valor y crea que merece la pena contarlo en voz alta.

El libro de Revel que aún no he leído, paradójicamente, aparecía mencionado en la solapa de El Monje y el Filósofo. Se trata de Ni Marx ni Jesús, y no he podido encontrarlo. No sé de lo que trata, pero el título ya promete. En esta época en la que a los hombres se nos pide que hablemos con la voz meliflua y los pálidos ademanes de un curita de parroquia, un título tan directo por fuerza resulta chocante.

Todavía le alaban, dejando las estridencias inoportunas en los tinteros. Esperemos a ver cuándo se aburren las almitas delicadas.



... ¡ah, Agapito! (Maestre, por supuesto): te vi el otro día en el programa de Yanke. Se te ocurrió decir que éramos libres gracias al Cristianismo (y donde pronunciabas "Cristianismo", había que escuchar "Catolicismo"). Eso es tan cierto y oportuno como decir que, gracias al sarampión, somos inmunes a esta misma enfermedad. Tiempo le ha faltado al cardenal Amato para llamar al boicot de la película sobre la novela de Dan Brown, y para poner en un mismo saco la negación de la Shoah, las caricaturas del Puto Profeta Pedófilo y El Código Da Vinci. Hay que ser muy miserable, señor Amato... o sentir un increíble deleite en las enumeraciones desiguales.

Por lo pronto, no había leído el libro y no iba a ver la película, pero ahora se me ha despertado la curiosidad. Espero que los guerrilleritos amorosos de Cristo Rey no se atrincheren frente a los cines, y que los del batallón de Monaguillos Barbudos y Complacientes no se dediquen a poner cócteles Molotov en los aseos. Sólo falta que me empeñe en ver la película por mis Santos Cojones. Y es que sigue siendo muy complicado decir siempre la verdad.