De profundis...

Hay que reconocer que las plegarias por la salud de Castro, solicitadas por el cardenal Jaime Ortega, han debido surtir efecto. El Tiranosaurio se recupera, aunque tenga que usar un tiempo una bolsa de plástico como intestino grueso. No le debe importar demasiado: ya encontrarán un disidente genéticamente compatible para el transplante.

Tendréis que darme la razón en que Dios es muy selectivo a la hora de escuchar plegarias. Debe tener una lista muy larga de peticiones pendientes. Por cada balsero perdido entre las olas, le deben llegar unas veinte o treinta... o quizás menos si el balsero es de los que pierden la Fe con rapidez. Los que llegan al otro lado, por supuesto, pensarán que han sido escuchados. Los ahogados ya no piensan, de todos modos.

Y, ¡pobre Dios, tan ocupado!, están todas esas plegarias elevadas desde las oscuras mazmorras castristas:

De profundis clamavi ad te, Domine...

... pero las débiles voces de los presos políticos no siempre logran atravesar los muros del infierno castrista, igual que no llegaron al cielo las plegarias de las víctimas del holocausto judío.

Ahora, o dentro de un mes, o dentro de un año, o cuando el Tirano decida pasar a mejor muerte, alguien intentará explicar el Silencio (porque Sus silencios merecen la mayúscula). Algunos dirán que Dios no interviene en los asuntos de los hombres. Otros dirán que, aunque lento, Dios finalmente escuchó el sordo clamor. Y muchos pensarán así.

Los muertos ya no piensan, de todos modos.