martes, marzo 21, 2006

Paradojas

Con el paso del tiempo, me he acostumbrado a analizar las ideas no sólo por su propio contenido. Me interesa también descubrir qué partes de la idea pueden inducir a su aceptación o a su rechazo. Todos conocemos ideas estúpidas que son tan populares como el virus de la gripe. Algunas son tan chocantes como esa tontería de que si te revientas en nombre de Alá serás recompensado con setenta y dos vírgenes reciclables. Es una soberana imbecilidad, y sin embargo, resulta sumamente atractiva para muchos, como demuestra la multitud de mentecatos dispuestos a reventarse en nombre del Misericordioso.

Simétricamente, existen ideas verdaderas que, por desgracia, provocan un rechazo inicial en quien se expone a ellas. Estas ideas son como un cofre del tesoro oculto tras una valla: muchos pasarán de largo sin siquiera verlo. Incluso, entre aquellos que sí lo pueden ver, habrá quien tenga la suficiente energía, paciencia o habilidad para superar la valla, y habrá quien no. Dentro de esta clase de ideas están las llamadas paradojas: si desarrollamos parcialmente el argumento de la paradoja, nos parecerá falso. Solo llevando este desarrollo hasta el final descubriremos la verdad oculta en la idea.

Hay dos de estas paradojas que guardan una estrecha relación, y que, sorprendentemente, no gozan de la misma popularidad:
  1. La idea liberal.
  2. La teoría evolutiva.

La teoría de la evolución explica cómo puede orden partiendo de un sistema caótico. La idea liberal explica que el orden que emerge de manera espontánea en determinados sistemas es preferible a cualquier orden artificial. Ambas ideas nos resultan paradójicas porque contradicen nuestra experiencia común sobre la intencionalidad: una patata "procesada" sabe mejor que una patata cruda. ¿Por qué, entonces, tiene que ser mejor no intervenir activamente en la marcha de la economía?

Sin embargo, la idea de la evolución parece gozar de más prestigio entre la gente "de izquierdas". ¿No desmiente este hecho mi hipótesis sobre las paradojas? Resulta que no: una cosa es que el progre afirme creer en la evolución... y otra muy diferente es que la comprenda. ¿Por qué creen? En la mayoría de los casos, sólo por fastidiar a la derecha religiosa.

¿Quiere una demostración? Basta comprobar con qué frecuencia los personajes famosos de la Izquierda profesan alguna variedad vergonzante de dualismo filosófico. Ahí tiene usted, por ejemplo, a Noam Chomski, renombrado fatigador de la infamia. La fama de Chomski como catedrático se debe a su afirmación sobre la existencia de estructuras sintácticas innatas en el ser humano... algo que probablemente es cierto, pero no en la forma postulada por él. Chomski clasificó los lenguajes formales de acuerdo con la estructura de las gramáticas que lo generan (el mérito en esto, sin embargo, no es suyo). Luego determinó que los lenguajes humanos pertenecen al grupo de lenguajes con gramáticas más complejas. Y concluyó que, tratándose de algo tan complicado, era imposible que una mente infantil pudiese identificar la estructura del lenguaje humano partiendo de cero. El problema es que el tipo de estructura interna defendida por Chomski es de un carácter muy formal: el tipo de organización que es sumamente improbable que haya podido surgir evolutivamente. Se trata de un error que se repite a lo largo de la historia de la Ciencia. Cuando George Boole inventó el álgebra que lleva su nombre, el artículo que publicó llevaba como título "An Investigation of the Laws of Thought". Sin embargo, la mente humana no funciona como una calculadora basada en el álgebra de Boole. Dígame, ¿es cierto que, si los perros vuelan, el elefante es un animal marino? El error de Chomski es un error de este tipo, y podría habérselo ahorrado pensando un poco en cómo podría haber evolucionado una facultad tan extraña.

Si esto no le convence, sólo tiene que echar un vistazo a la conocida posición de este señor contra la hipótesis "fuerte" de la Inteligencia Artificial. Esta establece que, si se crea un dispositivo lógico o mecánico que simule perfectamente la física y la química de un cerebro humano, habremos obtenido una mente pensante. Si usted es religioso, difícilmente pueda estar de acuerdo con esta hipótesis: a este dispositivo le faltaría el "alma". Por eso resulta extraño encontrar a un marxista furibundo, como el señor Chomski, atacando esta idea y chillando histéricamente "¡falta algo, falta algo!". Se trata, simplemente, de la factura que pasa el dualismo a quienes lo profesan a hurtadillas.